“Quiero hacer un viaje por carretera algún día. Solo o con alguien que amo. Quiero escaparme. Explorar lugares. Dormir en el carro. Detenerme a menudo para admirar la vista. Visitar museos y probar cafeterías. Escuchar mis álbumes favoritos mientras manejo. Quiero tener una cámara Polaroid. Tomar fotos bonitas del amanecer. Tomarme fotos de mi mismo. Correr por un bosque. Perseguir la niebla. Perseguir el sol. Pasarme horas en una pradera haciendo coronas de flores. Sentir el viento en mi pelo. Comprar recuerdos. Conocer gente. Tomarme el tiempo de observar. Quiero crear memorias. Quiero sentirme vivo”.
Este texto lo encontré en Instagram. Lo colgó la persona que menos haría cualquiera de estas vainas, pero no voy a ser yo el primero en interrumpirle sus sueños en un comentario. Porque la verdad, si de hacer resoluciones para ser mejores personas se trata, en esencia esto es lo que queremos todos. A menos de que tú seas un asesino en serie, pues. Ahí no te veo mucho haciendo crinejitas con flores en una pradera. Crinejitas con tripas sí. Con flores, no.
La pregunta es, ¿qué nos pasó? ¿Por qué todos queremos escapar de nuestras vidas mundanas? ¿Por qué no somos felices? Hoy es lunes 12 de enero de un nuevo año. No hace menos de dos semanas yo estaba montado en un barco en traje de baño con un vaso de vodka en mis manos sintiendo el atardecer en mis espaldas. Juan Luis Guerra estaba a lo lejos. No la música de Juan Luis Guerra, sino Juan Luis Guerra, Juan Luis Guerra. Así de perfecta era mi vida.
El problema es que esa no es mi vida. Y en ese momento lo único que podía pensar era en mi vida de verdad. No le hice caso porque yo no conozco a la primera persona que se haya llevado a su psiquiatra de vacaciones pero que hoy, 12 de enero, me veo forzado a encarar. Y el miedo es que este 12 de enero lo comencé como cualquier día del año pasado. Alguien que no se siente vivo sino que mecánicamente teclea palabras, manda informes, trabaja para los demás. El Señor Increíble cuando no lo dejaban ser increíble, pues... y sin los músculos... y sin el pelo.
El susto es lo rápido que te ahoga un año. ¿Mis sueños a bordo del barco? Quiero hacer radio, quiero escribir un libro, quiero seguir enamorado, quiero verme mejor, quiero hacer algo por la Humanidad. Quiero que el 2015 sea un añazo pues. ¿La realidad a bordo del primer lunes de trabajo? Devuélvete de la pradera esa por donde quieres correr. Llamó el 2014 y tienes entregas pendientes. Por eso llego a la conclusión de que las resoluciones de un año nuevo sirven… hasta que te das cuenta de que tienes que mover el culo para lograrlas.
¿Correr por una pradera, Toto? Ponte a escribir lo que mejor sabes hacer. Si algo te enseña el mes de enero es que la única que tiene tiempo para correr por una pradera es Heidi.-