En mayo, me llamaron de la Revista Etiqueta para preguntarme en qué andaba la semana del 4 de julio. Revisé mi agenda. “Tengo cita con el dentista”. “Ah, me dijeron, era para ver si estabas interesado en ir a cubrir el concurso Diageo World Class Reserve Bartender of The Year. Se va a celebrar este año en Niza, Montecarlo, St. Tropez, Ibiza y Barcelona. Al horno el dentista. Yo empaqué mi maletica de sueños –y dos que tres trajes de baños- y me largué a las Europas a tomar y gozarme el mundo. Con responsabilidad, claramente… (Los puntos suspensivos son la ironía de la gramática… ni ellos me creen).
Mis amigos me decían: “¿pero tú vas para todo eso en una sola semana?” Más te vas a tardar en llegar y regresarte que estar en todos esos sitios”. Y a mí eso no me importó. El solo hecho de escaparme solo a montarme en un barco (era un barco la cosa… muy bucanero chic) era suficiente como para viajar en canoa con tal de llegar. Tengo tiempo sin tomarme unas vacaciones y aunque esto era trabajo, la verdad es que así se hace gratis, con gusto y donde sea.
A mis otros jefes (yo tengo nueve jefes, ergo el buhonerismo) les dio envidia. O al menos eso tiendo a creer. La semana antes del viaje me lanzaron tantos dardos de trabajo que mi maleta se hizo en un acto de milagro. Hasta al taxista que me llevó al aeropuerto le tuve que pedir que pasáramos por la tintorería un momentico a buscar el flux.
El taxista era un show. “Aguerrevere”, me dijo. “ese es un apellido poco común”. A todas estas yo sentado en la parte de atrás de la camioneta para sentirme como ejecutivo. En cinco minutos estaba pasándome para adelante y prendiendo un cigarro. El señor había sido un banquero que trabajó con mi tío Jorge. Venido en desgracia (él me contó toda su historia… es de Cine Hallmark), entre sus labores estaba hacer servicios de llevada al aeropuerto. Buhonero como yo, totalmente pana.
En el camino buscamos a mi amigo Ray Avilez, periodista que también iba a cubrir el viaje. Apenas salió pensé que yo iba totalmente mal vestido. Ray es de los que si la cosa dice St. Tropez chic, él se viste más chic que el Santo Tropez. Yo en cambio soy Santo Tropiezo. Ray iba de chaqueta y pañuelo. Yo de arremangado Procter & Gamble. Le hice un resumen del E! True Hollywood Story del chofer y arrancamos para Maiquetía. Ahí nos encontramos con los chef del Restaurante Alto y del San Pietro y una gente simpatiquísima de Diageo, listos para abordar el Iberia para hacer escala en Madrid antes de llegar a Niza.
Volar en primera clase es una cachetada a la pobreza. Los asientos están tan separados que tú puedes poner un coche de bebé en frente tuyo y encima sacar la mesa de planchar. Pero uno tiene que aparentar ser serio, cuanto menos elegante. Como ninguno de nosotros es nada de eso, procedimos a darle a cuanto botón tenía esa silla. Eso es como una tumbona de playa. Yo he pasado 34 años de vida encontrando la perfecta posición en una silla de avión y ya la encontré. Es tan solo cuestión de ir a cubrir un concurso en primera clase. Ahí no importa el jet lag. En primera clase Jet Lag es una japonesa que te da champaña y jamón de jabugo.
Llegamos a Barajas el cual me pareció un aeropuerto impresionante aunque para los fumadores es la patada. Nueve horas ansioso (aunque reclinado) no ayudan para nada. Sobre todo cuando uno está desorientado porque no entiende qué hace el sol levantado cuando uno se debería estar acostando a dormir. Pero las ganas de fumar siempre se olvidan cuando sabes que lo que te queda es viaje. Cercano a las once llegamos a Niza donde nos encontramos con Leo y Pedro, los editores de la revista Complot que también venían al viaje y juntos nos enrumbamos hacia el hotelito que nos tenían preparados.
Ahí fue mi encuentro con los periodistas latinoamericanos invitados por Diageo. Comenzó así oficialmente mi Semana Internacional de Cómo Beber de Maravilla Sin Que Te Dé Ratón Con Gente Que Es Igual de Chévere Que Tú.-