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La Vida Póstuma de un Libro Despedido Por Su Autor

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“Anoche soñé que volvía a Manderley”. Me intrigan las razones por las cuales se escriben los libros. Lewis Carroll mandó un conejo por un hueco para entretener a Alicia, Isabel Allende comenzó una carta para su padre que terminó siendo La Casa de Los Espiritus y J.K. Rowling, desesperada y sin real, anotó los primeros trazos de Harry Potter y la Piedra Filosofal en una servilleta.


Yo creo que atreverse a escribir un libro es darse el tupé de jugar a ser Dios. El autor hace que amanezca y oscurezca en su novela. “La botella de Black Label parecía normal y fuera de lugar, como el único hombre de esmoquin en un baile de disfraces” es una frase de Graham Greene que te pone en contexto; el protagonista de Viajes Con Mi Tía detesta los disfraces. Solo un autor puede hacer eso. Es él quien emprende la aventura de conectar acciones para que la protagonista se asome al balcón, el pirata ensanche la espada o el marciano ataque la Tierra.


En la mente del escritor se desarrolla una gran obra de teatro que une memorias con secretos no confesados y realidades con inventos. Lentamente se teje una trama en la cual pareciera que los protagonistas simplemente le dictan las palabras a tal punto que el escritor no puede distinguir si algún diálogo se le ocurrió a él o si lo oyó en otra parte. “Cuando estás enamorado a veces no es necesario hacer nada para saber que sí lo estás”, escribe Boris Izaguirre en Villa Diamante. ¿Dónde escuchó algo parecido la primera vez?


Así va el autor, crea un mundo inexistente hasta que llega el terrible o necesario momento donde, entre lágrimas o en venganza, se despide de su libro con “Amaba al Gran Hermano” como termina Orwell su 1984 o lo deja como un tal vez volveré. Con Gatsby ya ahogado en la piscina, Fitzgerald termina su novela escribiendo: “Y así seguimos, adelante, botes contra la corriente, empujados incesantemente hacia el pasado”.


De ahí en adelante ya ese libro no es del autor. Le pertenece a aquel lector que tenga la audacia de abrirlo. Sobre su mejor novela El Padrino, Mario Puzo dijo una vez: “Desearía haberla escrito mejor”. Eso es la desgracia de crear un mundo ficticio, tarde o temprano querrá el escritor volver a ser Dios para arreglarlo. Pero no tiene arreglo porque vive en las mentes de otros.


Es el público quien juzga a los personajes, los condena o los vanagloria. Holly Golightly es una puta y aun así sentimos pena por ella. Hércules Poirot es un sabiondo que termina siendo el asesino y todavía queremos una aventura más con él. En eso nada tiene que jugar el autor. Puede traer nuevas descripciones como lo hizo J.K. Rowling cuando años después sacó a Albus Dumbledore del closet y confesó que su gran amor fue Gellert Grindewald. Pero hay historias que terminan porque deben. Margaret Mitchell siempre dijo que jamás supo si Scarlett volvía con Rhett. La audiencia piensa de otra manera.


Lo que sí comienza para un libro ya publicado es su propia aventura. Una en la cual se posa sobre estanterías, se deja olvidado en bancos o pasa de mano en mano. Cada ejemplar tiene una vida propia y un destino  que puede ser el rayado, el manoseo o el casto pecado de nunca ser sacado de su envoltura. El libro viaja con su compañero, duerme en mesas de noche, recibe a regañadientes un doblez sobre sus hojas y con gusto un fino marca libros. Es disfrutado, detestado, bostezado o criticado. Y una vez terminado comienza una nueva aventura, esperando que otro, o quizás su dueño original, vuelvan a escaparse entre sus letras.


Para un escritor las aventuras de sus libros son inimaginables. El cómo, dónde, cuándo y por qué, alguien abrió ese libro en especifico es algo incontestable. ¿Fue ese el último libro que le leyó un hijo a su padre antes de morir? ¿Fue el primero que se leyó una madre en estado? ¿En qué barco navegaba el productor de la película cuando se decidió por fin abrir el libro del cual todos hablan? Peor aún, ¿dónde murió el libro? ¿En cual basurero, poceta o caja mohosa fueron a parar esos trozos de papel con letras impresas que un día fue tan solo una idea para alguien que se sentó a unir oraciones y que hoy constituyen su legado?


¿Cómo mueren los libros? Si acaso mueren del todo.-

El Fogoso Mensaje de Texto Que No Es Para Ti

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-No sé qué hacer.
 

Son siete los mensajes de texto que me enseña en su celular. Cada uno contiene una carga erótica digna de enamorado empedernido. En pocas letras hay palabras de todo lo que le va a hacer, cuánto la va a amar y en dónde la va a tender para hacerla suya. Mensajes de madrugada cuando no se está junto a ella lo cual provocan que el encuentro próximo sea aún más fogoso.
 

El problema es que el celular donde se encuentran estos mensajes le pertenece a mi mamá. Quien los envía es Domingo, el arregla-todo de mi casa (léase cambiar bombillos, regar matas y correr a hacer cuánto mandado le ordene la Comae Josefa quien todavía no se ha enterado de que la esclavitud en Venezuela se abolió en 1816).
 

La solución al misterio de los mensajes románticos es obvia. Mi familia es tan metiche que nosotros sabemos perfectamente cómo se llaman los allegados de quienes muy amablemente nos prestan servicios. Eso lo aprendimos de la Comae Josefa quien cuando se exalta y va a decir una grosería le pide permiso a su difunta madre. Ejemplo: “Por mi madre Dora Guerrero pero el coño de su madre el muérgano que me quitó la novela para encadenarse”. Hace tiempo que Dora Guerrero es la santa patrona de mi casa.
 

Por metiches es que sabemos que Domingo tiene amores con una señora mayor que se llama igual que mi mamá. Como los mensajes son enviados de madrugada y yo tengo experiencia en mensajes de texto enviados de madrugada con conclusiones drásticas al día siguiente, le digo que simplemente Domingo andaba en una pea cachonda y marcó el nombre de su adorada para decirle lo mucho que la quería, sin darse cuenta que la persona que los recibiría sería su patrona.
 

Ahora, la diatriba de mi señora madre no es que le hayan mandando mensajes de esa naturaleza (“A esta edad, mi amor, son casi que hasta bienvenidos”, me dice). La cuestión es que no sabe si decirle a Domingo que le mandó los mensajes eróticos por equivocación o hacerse la loca.
 

-Yo digo que te hagas la loca –le contesto a ella en el almuerzo -. A mí me viene una jefa a decirme que se leyó mi pensamiento quesúo y yo no vuelvo más nunca a laborar.
 

-Pero es que me da lástima.
 

-Claro que te tiene que dar lástima, a nadie le gusta que lo agarren escribiendo borracho.
 

-No, no es eso. Es que si no le digo nada, va a pensar que su novia no lo quiere.
 

Mi mamá tiene un buen punto. Si no le dice nada, Domingo va a pensar que la novia no quiere nada con él. En cambio si le dice algo, Domingo se va a ir a enterrar la cabeza como los avestruces y después llevar a la novia al Registro Civil a cambiarse el nombre.
 
 
Esto de los mensajes no correspondidos es un tema de esta era. Todos hemos recibido un mensajito tipo: “Mi reina, te busco tipo siete”. Eso me da una lástima increíble cuando me llegan. Si yo fuera la reina me encantaría que me buscaran tipo siete. Yo siempre contesto. No les pongo que tienen el número equivocado. Simplemente le escribo: “Listo, Papi. A las siete estoy lista. TQQJ”. SIEMPRE me mandan un corazoncito de vuelta. Yo lo veo como un servicio público. Que nadie diga que yo no mantengo viva las relaciones de la gente anónima. 
 

Los mensajes que sí tengo que contestar honestamente son los trágicos. “Abuelita, voy llegando de La Guaira pero no te voy a poder buscar sino a las cinco”. Ahí paro un peo. “Bien bonito como me tratas. ¿Y ahora qué se supone que yo haga?” Es verdad, si yo fuera de la tercera edad exigiría que me buscaran a mi hora. El casino ilegal o Farmatodo puede ser de 24 horas pero de repente esa doña es tempranera.
 

Ahora, lo peor son los mensajes equivocados donde se ve claramente que la otra persona le dio un número erróneo para salirse de ese paquetón. Algo tipo “Epa, soy Luis el de la discoteca de anoche. Un placer conocerte, hablamos”. Pobre Luis. Porque decirle que está equivocado y que está hablando conmigo es quitarle todo tipo de esperanza de aquella catira despampanante con la cual se tomó tres rones en la barra de la disco. Enterarse de que no hay posibilidad de un segundo encuentro porque la tipa le jugó la carta del número malo es perder la fe en la noche y los encuentros fortuitos. Luis debe volver a la caza. A veces me provoca escribirle diciéndole que si quiere lo acompaño. Por lo menos cuando vea a otra catira que anote su número voy yo después a pedirle a ella que me corrobore su teléfono a ver si le miente al desafortunado Luis.
 

Pero por lo pronto nuestro tema es con Domingo. Josefa dice que por su madre Dora Guerrero no le digamos hoy porque ella tiene que mandarlo a comprar el Kino y después seguro no vuelve. Ya veremos qué pasa pero de mi parte le pienso decir que eso es un error común. Luego le recomendaré que quizás sea bueno comenzar a decirle "Gorda" a su novia y grabarlo así en el celular. Mi mamá dice que eso es una pésima idea porque de repente va a pensar que la "Gorda" es ella, pero eso es ya mi madre enrollándose con los kilos de más. Anónimo o no, todo el mundo merece una respuesta. Sobre todo los que todavía se escriben cosas pensando en el amor.- 

Conclusiones de un Soltero Pre-Tinder

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Me llama la atención esta nueva aplicación llamada Tinder, una especie de red social para conseguir pareja. No he leído mucho sobre ella pero aparentemente agregas gente según su foto y luego esa persona decide con un dedo si te acepta o no para comenzar a chatear. Curioso, yo estaba bajo la impresión que eso se llamaba Facebook. Su lema es: "Cómo la vida real, pero mejor". No quiero sonar antagonista a la experiencia pero eso durante toda la adolescencia se llamó masturbación.
 

La verdad es que utilizar una aplicación para conseguir a alguien en la vida todavía es nuevo para mí pero a estas alturas del partido donde nadie sale por el hampa o la protesta es mejor tener una pareja virtual tipo un Tamagochi que no tener a nadie. Lo que me preocupa es que la gente me lo recomiende de la siguiente manera: “Métete, está metido todo el mundo”.
 

Ese es el problema, cuando de conseguir a alguien se trata uno no puedo ir a donde está todo el mundo (menos si eres calvo), sino que tienes que adentrarte a la Tierra de Nadie. Si se consiguiera un interés romántico donde está todo el mundo, yo me hubiera casado a los 23.
 

Lo que sí me parece una nota es que por fin se excluye la posibilidad de ser presentado por medio de tus amigos. Yo he descubierto que la gente que más te quiere tiene un gusto nefasto. “Ven, que te tengo un blind date sensacional, es lo máximo y te va a encantar”. Y suaz, uno se emociona porque el curriculo suena chévere y cuando se abre esa puerta lo que sale es lo opuesto a lo que te dijeron. “Pero si era sicoanalista, vale” te dice tu amiga. Si bueno, que se sicoanalice la cara.
 

La aplicación también sirve para darte cuenta de cómo escribe, lo cual no te darías cuenta en una presentación oficial a la humanidad a menos de que esa persona sea alguien que te escriba un récipe médico. Si se abre el chat y es todo un vomito de “K kool konocerte :) :)" ahí ya sabes que podrías salir potencialmente con Miley Cyrus. Que un prospecto potencial escriba bien es la cosa más sexy que ahí.
 

Lo que no sé es si por el hecho de estar chateando todo quede ahí. Con la flojera de salir, yo considero que una conversación de más de veinte minutos ya es un date. Cuando era chamo yo tenía uno de esos chats por carta. Barbora de la República Checa era lo que se conoce en inglés como mi pen pal. El colegio nos conectó a todos con un colegio checo y todos los viernes le teníamos que escribir una carta. Yo a Barbora le conté hasta mi descontento con mi dedo porque no brillaba como E.T. Y aunque Barbora respondió “¡Yo también!” (o como sea que se dice eso en checo porque a mí me pusieron a la única niña que no escribía bien en inglés) jamás concretamos un encuentro para comparar dedos. Pero ese es mi punto, ¿qué pasa si hay alguien allá afuera con el dedo igualito al de E.T. y uno no lo conoce porque ya se lo cree por la foto del chat? ¿Qué pasa si se pierde todo tipo de ilusión de conocerse?
 

Lo que me dicen es que no es así, no todo queda en el chat. TN, una amiga mía, conoció en persona a un tipo por Tinder el otro día. Fueron a bailar tango y me dice que les fue de maravilla, cero temor de asesino en serie como yo le dije porque siempre me ha parecido que Al Pacino hubiera matado a la tipa del tango en Perfume de Mujer si la película hubiera sido una miniserie. Entonces es una cuestión de suerte, ganas de salir de la rutina y habilidad para bailar tango. Cierto o no, ahí está la aplicación e imagino que pronto me meteré para ver qué tal. Aunque desde ya me veo poniéndola:
 

Toto: Oye, ¿y si hacemos un muñeco?
 

Prospecto: Prospecto has left the chat.


El Matrimonio de Mi BFF (Al Cual No Fui Por Ir A Tomar Whisky En Otra Parte)

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En febrero de este año mi amiga Zubi se comprometió con Nano. Su historia de amor me encanta, los dos se enamoraron porque una noche a Zubi se le ocurrió ir a bailar en el extinto bar Yesterdays Boleros del Ayer. Un año después estaban comprometidos. Que eso sea una lección para toda soltera con un sueño caraqueño: baila salsa en un bar niche y encontrarás lo que no existe en Le Club.

Una vez que se mandó la respectiva foto del anillo al grupo de amigos (y el cual fue discutido ampliamente en el grupo de amigos paralelo), comenzaron los preparativos para el magno evento. Zubi decía que ella estaba muy divorciada para casarse de velo y corona por lo cual ella quería una rumba reservada. Hay gente que no superó 1996. Por eso es que la adoramos. 1996 fue un año sensacional.

La idea de ambos era crear una fiesta donde la gente podría venir vestida como quisiera, comiera pizza, bailara los hits del ayer con la mano levantada (costumbre en desuso) y tomara ron porque no había real para el whisky. A mí, bebedor insigne del escoses, se me advirtió que me comprara una mulita para que no estuviera quejándome. Me pareció una idea genial. Súper alcohólica pero genial.

Un mes antes del matrimonio nos reunimos en mi casa para hacer las tarjetas a mano. Como estamos en protesta por el país, a Zubi se le ocurrió que sería una buena idea hacer las tarjetas tipo pancarta con una explicación que aunque el país estaba más frágil que un noviazgo con Lindsay Lohan, las cosas buenas no podían dejar de celebrarse en familia. Eso fue lo que escribimos, hasta un palito de helado le agregamos a la tarjeta para que la gente sostuviera su pancarta.

 

En el interín Diageo me llamó a mí para una reunión donde me ofreció algo que no me esperaba: un viaje por Gran Bretaña para visitar sus destilerías y probar el whisky Buchanans en todas sus formas. No habían terminado de decir whi… y ya yo tenía la maleta hecha con el pasaporte en la mano. Darme a mí una semana de puro whisky es como meterse en el selfie de los Premios Oscar que tomó Ellen. Viajar por Inglaterra y Escocia tomando whisky es como si Ellen pida tomarse un selfie conmigo.

En el ascensor saliendo de la reunión leí el itinerario detenidamente. Estupendo, pensé, salgo el 3 de mayo y vuelo hacia Londres vía Nueva York, uff qué bien un día completo para dormir y el 5 arranco con mi primera cata, qué emoción… 3 de mayo, 3 de mayo, ¿qué carrizos pasa el 3 de m…. ¡Ver la isla donde Orwell escribió 1984 qué not…. Fuck se casa la Zubi!

Darme cuenta de que me iba a perder el magno evento real fue peor que el anuncio del divorcio entre Carlos y Diana. ¿Cómo decirle a la Zubi, mi hermana, que yo me iba a perder de su eventazo?

“No se lo digas, ni se lo menciones, tú haces como si vas y después inventas lechina”, me aconsejó It's Good To Be. Decidí irme por la lechina. Después comenzó a darme piquiña al recordar la lechina así que me fui por la verdad. En el mensaje le puse: “Mi corazón, he decidido que como tú no vas a poner whisky en tu matrimonio, me largo a Escocia a tomar. Soy un malcriado, lo sabemos. Besos, Yo”.

A Zubi le pareció una idea estupenda.

Por cinco minutos.

Después comenzaron las depresiones de parte y parte hasta que finalmente se decidió que me iba porque en verdad es el viaje de la vida y estas cosas no es que te las venden en los quioscos como si fuera una barajita del Mundial. Pero no niego que montarme en un avión y calcular la hora en la que Zubi y Nano se daban el sí frente a todos los panas menos yo me hizo sentir que la invención de la tele transportación es URGENTE para el fomento de la amistad. Mucho más cuando Nano y Zubi me confesaron dos días antes de mi viaje que se habían quitado el caretón y comprado whisky para su rumba.

No siempre se puede estar en los buenos momentos. Cada vez más los amigos estamos a un Skype de distancia cuando a veces lo que más falta hace es un abrazo o estar al lado montado en una tarima subiendo los brazos. Lo bueno es que la vida continúa, los cuentos siguen y un momento genial siempre está a la vuelta de la esquina. A su regreso de la luna de miel nos haremos un cara a cara de si Escocia le ganó a la rumba reservada. Yo le mentiré y le diré que obviamente la rumba le ganó a Escocia. Porque eso hacen los buenos amigos. No importa qué tan bien la pasaron, siempre brindan por la felicidad de los demás. Preferiblemente con whisky.-

Viajar en Primera Te Arruina La Experiencia de Volar

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Cuando se trata de vuelos en un avión yo soy un deslechado por naturaleza. En los vuelos que son con capa no, ahí simplemente soy un súper héroe y ya. Pero es la verdad, yo soy el típico que no se mete la noche antes en la página web de la aerolínea para revisar su asiento. Como tal, siempre me toca el puesto del medio de la fila 36 donde el asiento no se reclina, está justo al lado del baño e incluye un vecino tan gordo que le tengo que pedir que se levante un rollo de la barriga para poder enchufar mis audífonos.

Esto no fue el caso del viaje que hice recientemente. Como era algo corporativo me mandaron en primera clase. Esto es algo que no había experimentado por la única razón de que yo soy un pichirre con mi dinero. Mi familia no es así. Por ejemplo, cuando viajo con mi papá y mi mamá, ellos se van en primera en un plan “Estamos Demasiado Viejos Como Para No Gozarnos La Herencia de Toto”, y yo me siento con mi gordito en la fila 80 donde guardan el carrito de Duty Free.

El problema con la primera clase en un avión es que algunas aerolíneas te hacen pasar para que veas cómo el 1% disfruta el arte de volar. Yo entro a ese avión y veo como están los de primera clase sentados en una silla donde caben cien chinos, sacando un edredón seguramente cosido por monjas belgas ciegas. Nadie te ve por supuesto. Mirar a la plebe es cero del 1%. Lo único que hacen es levantar sus periódicos en la sección de finanzas y sacar sus teléfonos celulares como para indicarnos al resto que en ese mismo momento están haciendo una transacción de un millón de dólares.

Y yo paso por ahí con mi excusa de maletín de mano con la rueda que le falta. Siempre se enreda con la silla de un pasajero de primera lo cual amerita que voltee a decirle con total seriedad: “Discúlpeme su Real Majestad”. De ahí al pasar el umbral de una sola cortina llego a la tierra de la pobreza. Donde las sillas solo son anchas para una anoréxica en su apogeo, la pantalla es una Trinitron del año 90 y la almohada está forrada en fieltro.

En la clase del perraje no te pasan champaña, te pasan formularios. Tu maletín tiene que ser chequeado porque en esta clase viaja el tipo de boliviano que monta hasta una gallina y ocupa tu compartimiento y si quieres usar el baño, ¿quién te manda? Ese baño quedaba en Maiquetía.

Así no es en primera. Entrar a la primera clase de un British Airways implica ser recibido por una diosa del Olimpo llamada Bridget quien jamás osaría en socializar con Brittany Mae en coach. Bridget, con sus perlas de Vilma Picapiedra y moño Grace Kelly, me levanta una mano inmaculada para indicarme el trono donde dormitaré plácidamente durante las próximas siete horas hacia Londres. Un cubículo solo para mí, con una almohada digna de la cabeza de Charlie Brown, audífonos que cancelan hasta la voz de Pepito Grillo y una silla que se extiende horizontalmente y que no actúa como mesa de masajes porque esto no es línea japonesa.

Esto es la gloria. Esto es champaña, quesos y uvas, vajilla con un cuchillo tan afilado que sería el sueño mojado de un terrorista. Esto es un televisor que no tengo ni en mi casa, estuches con más cremas de las que tiene mi abuela y una selección de películas tan extensa que a mi llegada a Londres provoca decirle a Bridget: “Bridge, no he terminado de ver Lo Que El Viento Se Llevó. ¿El avión no puede volar una hora más?”

Claramente hay que juzgar todo, porque cuando una está en primera compra ese privilegio con el pasaje. Me levanto de mi santuario versallesco para ver a mis 1% en sus cubículos. Ahí están todos con sus periódicos, sus iPads y sus celulares. Incluso un niño de siete años. Lo critico instantáneamente. Que un niño no pase su infancia en tercera es la peor crianza del mundo. ¿Qué va a hacer cuando tenga 34? ¿Filet mignon para la cena? ¿Otra vez? ¿En serio?

Como a nadie le interesa hacer contacto visual conmigo porque eso no es consider
ado digno de un primer clasista, me siento en mi puesto. No hay instrucciones de los aparatos, todo lo debo descubrir por mi mismo. Tampoco soy tan pueblerino como para llamar a Bridget a que me enseñe a conectar los audífonos. Pero debo hacerlo porque meto el cable en el enchufe de la laptop y casi causo un cortocircuito. Bridge me ve con cara de amateur y lo enchufa de manera correcta. Me sonríe cariñosamente aunque sé que por dentro piensa que soy un idiota.

Ahí comienzan mis problemas. En verdad 150 películas para escoger es un dilema. En tercera te toca Frozen. Aquí en primera la Reina Elsa está sentada detrás de ti. Igual con el menú. Esto no es una cena plástica de algo que tiene sabor solamente en mi imaginación. Esto es un plato de porcelana con servilleta de tela y carta de vinos. Es muy niche sacar el celular y tomarle foto a todo, pero secretamente quiero hacerlo. Eso es lo malo de los privilegios, el nuevo riquísimo narcisista se apodera de ti.

Siete horas después aterrizo en Londres, fresco como una lechuga. Bridge me ha entregado mi chaqueta, un papel para que pase directo en la aduana y una advertencia de que por enésima vez no puedo entrar a la cabina del piloto a tomarme un selfie con él. Se despide de mí diciéndome: “Enjoy your stay in London. Hope your business meeting proves fruitful”, pues claramente en la mitad del viaje le mentí a Bridget y le dije que venía a Londres a una reunión con un ejecutivo petrolero.

Así me despido de la experiencia. Ya en el carrusel de las maletas donde no hay distingo entre los pasajeros del avión salvo las ojeras, me pongo a pensar si vale la pena invertir unos churupos para viajar como los reyes. Cuando mi maleta es la primera que sale, pienso detenidamente en mi ponderación. Al pasar por los pasajeros que nunca vi y jamás volveré a ver, volteo y digo a vox populi: “Absofucknlutely”.

Nota: En mi viaje de regreso una semana después, me toca en el último puesto en tercera clase. El gordo del asiento de al lado hace que Hermann Escarrá sea un Mister Venezuela. No está Lo Que El Viento Se Llevó como opción de película pero sí está We Are The Millers. Respiro profundo y me doy la bienvenida a mi casa de siempre. Viajar en primera clase me ha arruinado para siempre la experiencia de volar, pero estoy cómodo con mi recuerdo. ¿En qué andará Bridget?

El Ponche Ya No Lo Toma Tu Abuela

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La última moda en Londres es tomar ponche. Cierto, suena totalmente a algo con lo cual tu abuela se intoxicó para bailar el pasodoble con quien, espero, llegaría a ser tu abuelo. Un trago que varió de generación en generación y el cual vio su muerte en la mía cuando mi mamá solía poner en un recipiente de cristal comunal lo mismo que yo conseguía embotellado en el Bar Miami en Macuto yendo hacia la playa: la guarapita.
 
Ahora bien, el ponche ya no es el de tu abuela. Esto lo vi en mi tour Buchanans donde me quedé en el recién restaurado Hotel Edition en la ciudad de los sombreros chistosos. Ahí comprobé que la modernización de viejas tendencias son completamente adaptables y no tenemos excusa para sentirnos como si fuéramos del ayer. Lo que en otra circunstancia parecería un lobby sacado de la pre-guerra, había sido completamente modernizado con muebles que quiero para mi casa y un impresionante huevo colgado desde el techo del lobby donde puedes ver sin mirar directamente a cualquiera que entra. Viéndome ahí donde sentía que no pegaba (porque nadie con jet lag pega), el huevo me dio una advertencia: o me volvía cool instantáneamente o me mudaba a una pensión donde leen Brontë durante el té y comentan sobre el clima.
 
 
 
 
Optando por aparentar ser cool, le di un saludo militar al huevo y me dirigí hacia la recepción. Eran las siete de la mañana y estaba cansado, algo normal  luego  de un vuelo trasatlántico donde lo único que quería era empiernarme con una almohada y un tapa ojos. Pero es imposible dormir en un hotel donde quieres agregar a los recepcionistas en Facebook. Nunca antes, salvo en Panamá, había experimentado yo tan amable recepción. Llegué mucho antes del check-in lo cual le amargaría la experiencia londinense a cualquiera. Y aunque no podían darme un cuarto porque estaban a casa llena, el Hotel Edition me dio hasta café venezolano para que no extrañara mi casa y me llevó a Berner’s Tavern, su restaurante, para que me desayunara como si fuera el Duque de Windsor.
 
Berner’s Tavern es un restaurante que me impresionó. Parece un salón de bailes y sus paredes están forradas de cuadros desde el techo hasta el piso. Está tan forrado que la pobre señora que limpia seguramente pasó tres meses buscando el interruptor para apagar la luz de noche. Parece una sala escondida del Metropolitan Museum, lo cual me fascinó porque a mí me encanta el Metropolitan. Que me dejen comer adentro de él, pues es un plus.
 

 
Desayunando fue que me di cuenta que el hotel o es muy nuevo o la gente es más atenta que una galla en clase de Química. Como yo no soy muy de desayunar en grande, dejé una de mis panquecas sin tocar. Para el mesonero, eso fue como si hubiera fallado en hacerle una reverencia a la Reina. "¿Por qué no le gustó la panqueca?" “¿Cómo podemos mejorarla?” “¿Cree que tiene demasiado sirop encima?” Jamás me había sentido tan connoisseur del mundo de las panquecas. IHOP me debería dar una medalla.
 
Una amable argentina se acercó a mi mesa y me dijo que mi cuarto estaba listo. Con 24 horas sin dormir, mi reacción fue casi como la foto de Eisenstaedt en Times Square con el marinero y la enfermera. Mi habitación parecía lo que cualquier soltero quiere en un bachelor pad. Lo único que no me gustó fue un cuadro de una mujer parecida a Lady Gaga, con un turbante hecho de papel higiénico y en una pose digna de un cuadro de Vermeer. No solo porque parecía verme cada vez que abría los ojos, como si me preguntara: “¿Estás en Londres y tú vas a dormir?” También me inquietó porque en Venezuela, ella sería el nuevo icono religioso: Nuestra Señora del Papel Toilette.
 
 
 
Dormí 22 horas. Sin ninguna vergüenza. Lo suficiente como despertarme al día siguiente para volver a desayunar la mejor omelette de mi vida (no quería comer panquecas para no pasar de nuevo por el cuestionario). Aprovechando la mañana me fui caminando por Soho y me metí en el British Museum para ver la Piedra de Rosetta que nunca la había visto. Luego me perdí por ahí viendo el hospital Ormond al cual J.M. Barrie le donó todos los derechos de su libro Peter Pan y me senté en un parquecito a ver gente. La vida de un europeo es tan plácida. Como si la única preocupación en su vida fuera si sus pantalones tubitos deben ser lilas o violetas esta temporada. O si su iPhone tiene pila, pero eso ya es una preocupación mundial.
 
Al regresar al hotel conocí a la gente de Diageo y a los periodistas que haríamos el tour de Buchanans por Gran Bretaña. Gente más simpática no me he podido encontrar. Éramos 19 personas de Argentina, México, Ecuador, Jamaica, República Dominicana y Jamaica. La amistad fue instantánea, lo cual es natural cuando reúnes a gente para tomar. Y fue ahí, con ellos, donde descubrí el arte del ponche.
 
 
 
El Hotel Edition tiene un salón llamado apropiadamente The Punch Room. Es un cuarto pequeño con paneles lisos de madera relleno de mesitas. Se puede reservar para dos personas o hasta ocho y es una manera espléndida para brindar con amigos o con un interés romántico. Esto me pareció chévere porque las poncheras donde sirven los ponches son todas distintas. Si vas con otra persona te lo pueden servir en un pote de helado de pewter o una copa de trofeo de plata, mientras que si vas con más te sale algo que un día esperas heredar de tu abuela.
 
La nota del ponche es que como es un trago comunitario, todos beben de la misma ponchera. Eso crea un aire de intimidad (porque tampoco es que vas a salir tú con gente cuyos gérmenes desconoces) donde metes tu vaso y te vas sirviendo. Ellos ofrecen ocho opciones en su menú, uno de los cuales es a base de leche el cual en letras suena asqueroso y en vivo sabe exquisito. Otro original es con la misma receta del ponche que sirvieron en el Titanic, lo cual me pareció decadente probar.
 
 
Los bartenders son como yo quisiera que fueran aquí en Caracas. Gente joven con ganas de satisfacer y sorprender al cliente. Alguien que no te dé pena preguntarle de qué está hecho un determinado trago o si recomienda que pruebes otro. Mi ponche fue hecho con whisky, canela y piña lo cual fue una sorpresa. Acostumbrado a tomarlo siempre con agua, la mezcla de sabores con canela y frutas fue algo que me tuvo dándole a esa ponchera hasta que recordé que el ponche engaña.


Esto es una buena sugerencia para una próxima reunión en la casa. No sé cómo se tomen mis amigos acostumbrados al ron o al whisky con soda la idea de compartir un bowl pero ya que estamos en tiempos socialistas me parece la perfecta y moderna idea para brindar.
 
 
Dejo aquí una receta que se la vi hacer a David Ríos, ganador del World Class Bartender of the Year, hace un tiempo la cual me pareció sencilla de hacer y divina para probar:
 
Ponche de Oro Vasco
 
  • 60ml de whisky Buchanan’s
  • 30ml de Amer Picon Bitter o Aperol (se puede usar el Amargo de Angostura que es el que se consigue en Venezuela)
  • 30ml de Jugo de Piña
  • 10ml de Granadina
  • 30ml de Soda 
Todos los ingredientes se mezclan en un bowl con un bloque grande de hielo en el medio y luego se cuela en una copa de vino (se le puede poner un hielito también). Como aderezo se le pone un twist de naranja y listo. Un ponche que definitivamente no se lo tomó tu abuela.

Fotos: Salvo la foto de la doña con el papel toilette en la cabeza y la del ponche de oro vasco, todas las fotos las tomó Tim Bishop/Diageo PLC TimBisMedia

En Casa de Los Buchanan de Toda La Vida

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Una de las cosas que más me gustó de mi tour por Gran Bretaña fue visitar la casa del bisnieto de James Buchanan, artífice del whisky, el cual en 1898 consiguió una autorización real para suplir a la Reina Victoria y al Príncipe de Gales con whisky Buchanan’s. Es lógico, después de pasarse todo un día inaugurando parques, reuniéndose con el Primer Ministro y guindando medallas en las solapas, un monarca no tiene más nada que hacer a las seis de la tarde sino echarse un palo.
 
A 16 kilómetros de Northampton, Cottesbrooke Hall es una impresionante casa construida en 1702 con arquitectura típica de la Reina Ana. Perteneció a varias familias e incluso fue prestada en 1877 para que Sisi Emperatríz se fuera de caza (y es que en los jardines provoca cazar) hasta que en 1937 fue adquirida por la familia MacDonald-Buchanan, del whisky Buchanan’s de toda la vida.
 
En las escaleras de la entrada de la casa, como en una escena moderna de Downton Abbey, nos esperaba Alastair MacDonald-Buchanan y su esposa Sheran. Un señor absolutamente encantador que parece mayor de lo que realmente es. Creo que a todos en el grupo nos sorprendió su amabilidad. Generalmente este tipo de casas están llenas de cordones de "cietopelo" con señales de no tocar. Yo toqué todo. Para nosotros, Cottesbrooke Hall tenía sus puertas abiertas y sus inquilinos nos hicieron sentir como si fuéramos unos primos lejanos de una tierra foránea.
 
Al presentarme le dije al señor MacDonald-Buchanan que mi nombre era Toto. Se sorprendió y me respondió que un familiar suyo también se llamaba Toto. “Por Vittorio”, me dijo. Yo le contesté: “Ah no Señor MacDonald olvídese, lo mío es por un muy niche Tototé”. Aquí salgo con él junto al retrato de su bisabuelo James:

Cottesbrooke Hall  está llena de recuerdos y momentos de eras pasadas y el señor con el mayor de los gustos nos echaba cuentos detrás de los cuadros. Por ejemplo: “Éste es un cuadro de mi madre cuando era joven… no es muy bueno”. Eso me hizo quererlo más. Explicó que James Buchanan tuvo una única hija y cuando llegó la hora de casarse, su prometido aceptó agregar el Buchanan al apellido para preservar su legado.
 

En un salón privado nos sacó fotografías de Buchanan, así como las botellas originales, camisetas, trofeos y hasta un pedazo de fémur preservado luego de una aparatosa caída de un caballo. Apasionado de la equitación, Buchanan llegó hasta la Argentina donde pudo establecer su marca fuera de Gran Bretaña, y aprovechar para traerse a dos jockeys y un caballo de carreras de vuelta. Fue mágico ver todas esas piezas puestas ahí.
 
A mí lo que más me encantó de la casa fueron los jardines, los cuales llegan hasta donde alcanza la mirada. Luego de un suculento almuerzo en el salón principal el cual terminó con helado hecho de miel de abeja de un panal en la propiedad, me fui con Rossana mi amiga dominicana a echarme un cigarrito y pasear por ahí. Rossana estaba en éxtasis, corría por la grama como si fuera Heidi y se paseaba entre el centenar de ovejas puestas para cortar la grama. Tan contento no estuvo el mayordomo quien tuvo que agarrar los zapatos de Rossana para echarles una limpiadita, luego de que el señor MacDonald Buchanan descubriera que su feliz huésped había pisado un regalito ovino.
 

Nuestra visita terminó con una cata de toda la selección de whiskys Buchanans dirigida por Ewan Morgan, maestro de whisky en Diageo quien nos acompañó durante todo el viaje. De 36 años de edad, Ewan era lo máximo porque te echa el cuento del whisky como si te estuviera echando un chisme. Le quita lo pretensioso y se va más a la técnica, arte que conoce como buen escoses al haber crecido entre destilerías. A Ewan lo mareábamos todo el día con preguntas y él y yo tuvimos una buena conversación sobre cómo se toma el whisky en Venezuela. “No es lo correcto pero échale tu agua”, me decía, “yo fui a Caracas y ahí lo que hace es calor”. 20 puntos Ewan.
 

Ya listos para abordar el autobús que nos llevaría a un próximo punto en nuestro tour, me despedí del Señor MacDonald-Buchanan y de su esposa, no sin antes comentarle sobre sus yuntas. “Eran de mi bisabuelo”, contestó orgulloso sobre una pieza que debería estar en un museo. Eso me contentó, somos similares. Las cosas se usan, se gozan y se llevan para contar cómo fueron conseguidas.

No sé porque me vino a la mente en ese momento el cuento de una señora aquí en Caracas que había heredado una vajilla de Limoges. La casa Bernardaud había fabricado dos vajillas iguales, una para el Sha de Persia y la otra para una pareja de recién casados en Caracas. La señora que heredó esta última vajilla nunca la usó porque “Ay y si se me rompe”. Una noche cenando en su comedor oyó un ruido estruendoso en la despensa. La polilla se había comido las estanterías y en un montículo en el suelo yacían todos los platos rotos que jamás usó. Eso me gustó de haber visitado la casa del bisnieto de los herederos Buchanan. Son la prueba de que la gente de toda la vida usa absolutamente todo.-
 

Fotos: Tim Bishop/Diageo PLC.

El "To-Do List" de Dios (Día 8 en Adelante)


Debut y Despedida

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Mientras escribía "La Hora Loca", tomaba inspiración en cosas que me daban risa como videos y fotos que encontraba en Internet. Si algo me gustaba lo suficiente, redactaba una historia de cómo yo me imaginaba que había pasado la cosa. Algunos cuentos fallaron olímpicamente, otros se quedaron en el tapete hasta que llegó la hora de hacer un corte y decidir cuáles eran los finalistas para poner en el libro. Éste es uno de ellos que no lo logró. La idea me vino luego de ver a un ancla en un noticiero en los Estados Unidos que le pasó algo similar, lo cual en su momento me dio demasiada risa. No lo incluí porque me molestaba la idea de que el chiste del cuento fuera una grosería pero como en este tea party se pueden decir groserías, aquí lo cuelgo.
 
DEBUT Y DESPEDIDA
(Cuento no incluido en "La Hora Loca").
 
Carlos Aguilar se sienta en la sala de maquillaje a que le pasen un polvo por la cara. El brillo de los reflejos en televisión hace que esto sea un paso reglamentario pero Carlos no le presta mucha atención. Estudia sus notas con la dedicación de un principiante, cosa que lo es. Esta es su primera aparición como ancla de la edición meridiana de Noticias Globales y no quiere cometer ningún error.
 
No es para menos. Un joven recién llegado con un postgrado de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Nueva York y con algo de experiencia como reportero podría haber significado algo diez años atrás. Hoy en día las televisoras apuestan por caras reconocidas como anclas lo cual implica tener que esperar hasta que muchos de ellos sencillamente colapsen en vivo por cuestiones de vejez y tengan que ser sustituidos entre comerciales.
 
Carlos ha tocado varias puertas a su regreso a Valencia. Ha enviado su resumen curricular y su demo a todos los canales de televisión de la ciudad pero no ha tenido éxito con ninguno. Finalmente se da su gran oportunidad. El canal Valens, capitalizando en el rating que ha tenido con una novela mexicana que transmiten a la hora del almuerzo, ha decidido buscar personas más jóvenes para que funjan como anclas de su noticiero y así atrapar una mayor audiencia demográfica en un horario más temprano. Encantados con la prueba de Carlos, deciden apostar por él y lo contratan.
 
Mientras el maquillador le aplica base a su cara, Carlos estudia sus notas. El libreto dice que Karina Lazarte, su compañera en el noticiero, lo va a introducir. Ahí él debe contarle a la audiencia que está feliz de trabajar en el canal  y pasar inmediatamente a la primera notica, una transmisión en vivo y en directo al Palacio de Miraflores para cubrir la visita del Presidente de Vietnam a Venezuela.
 
Comprendido el guión, Carlos se levanta de la silla de maquillaje, se ajusta la corbata y se pasa la mano por la pollina con un peine. Cuenta diez segundos frente al espejo asegurándose de que todo le va a salir genial y sale de la sala persignándose.
 
Ya en el estudio, le da la mano al director y conoce a Karina Lazarte. Sentados en sus respectivas sillas, ambos hacen un repaso de las noticias.  Uno  de los utileros se acerca y les coloca el micrófono de balita, dándoles un audífono para que se lo pongan en sus orejas.  Por ahí, le indican, le darán las señas para que pase de noticia en noticia.
 
Carlos se pone el audífono pero solo escucha una estática ensordecedora. Aunque intenta advertir que no escucha nada, ve que el utilero se aleja y que el director está concentrado en mandar la toma al aire. "Epa, por aquí no se oye nada sino un ruidito", comenta Carlos, pero nadie le presta atención. Con su espalda a los anclas, el director comienza a hacer el conteo regresivo y Carlos intenta en vano captar su mirada. "Epa, es en serio que lo que se oye es un pito", susurra Carlos, pero ni Karina Lazarte, quien estudia sus notas con detenimiento, voltea a verlo. Con la estática cada vez más sonóra dentro de su oreja, no oye al director cuando dice:  “Cuatro… tres… dos…
 
Karina Lazarte comienza a hablar:
 
- Buenas tardes y bienvenidos a Noticias Globales. Hoy le quiero dar la  más cordial bienvenida a mi nuevo compañero….
 
- ¡COÑO DE LA REPUTÍSIMA MADRE, QUÉ GUEVO CON ESTA VAINA QUE NO SIRVE!”
 
-…Carlos Aguilar, periodista profesional, quien estará junto a mí en la narración de las noticias de la edición meridiana. ¿Carlos?
 
Las llamadas al canal Valens en protesta hacen que Carlos Aguilar salga del aire en el cuarto segmento de la edición meridiana de noticias, dejándole la responsabilidad a Karina Aguilar de explicar cuánto lamenta el canal que hubieran niños y adolescentes presentes en el momento de la transmisión del incidente profano el cual asegura no volverá a ocurrir.

Carlos Aguilar jamás volverá a hacer televisión. Hoy en día hace standup comedy promocionándose con el slogan: “El hombre que duró más tiempo como invitado en Chataing TV que en el Noticiero”.

Si el pipnic de Marjorie hubiera sido en Londres

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Archivo: Bandeja de Entrada
 
Estatus del Mensaje: Enviado
 
Hola Amiguis: K nais lo k m mandaste por Feisbus pero t mando un emilio pq el Feis se me blokio y no se pq. Todo fino aki en Londres : ) Hoy fuinos yo y Sonia con unos amigos k conosimos anoche en un rastauran a un pipnic. Al precipicio yo no sabía lo k era eso pero Sony me dijo k q m labara haya abajo por si a las moscas. Me puse la falda que le emprestaste a Sonia amiguis, me quedó más fiiina.

Aki en Londres sero ampa marik. Los tipos k nos llevaron pal pipnic ivan con un carro encapocable k no saves lo rico. A Sony no le gusto mucho pqyk el cabello y la vaina jijijijiji pro esta ktaki me lo desfrute kmo no saves amigui. El pipnic es lo matsimo. Fuimonos a algo k se llama la caipiriña inglesa y hay nos hechamos sobre una savana con puros sanguichitios con jamón y bayonesa y un vinito que sabia adivino. 
 
Los tipos bien marika pro nada k ver como los de haya. Aki son todos como correptos. Pero reina si m bieras hablando en englihs. Estoy casi tan troglodita como Guinston Churshill o kmo se escriva. Y eso k tu m decias k la cosa iba ser fuertisima pq nadie m iva entender pro aki me hando bandiando. k si jawaryu y sankiuberimush jijijijijiji no sabes aki todo los londresenses me aman :) :) :)  
 
La tarjeta Cadibi bien amiguis pero un peo. Tu sabes k el chopin a la mil pq ahi demaseadas tiendas pro tienes k andar resandole a la Mielagrosa en kda tienda pq t pase la tarjeta. Ruego del pipnic fuimonos Sony y yo y los tipos a una tienda glandisima que se llama Harods y Sony se anteojó de una medaya con una foto de la Leididi que vio mas fina pro la tarjeta no le paso ni de vainilla. Hay se medio molesto conmigo pq yo no le empreste la mia pero no miamol ahi k cuidar los biyuyos de una pq ruego se m engastan y me kedo pelando. Ar final se lo regalo un tipo k se llama Piter k hay le anda callendo a Sony jijijajaajjiji pero va a salir callendo y corriendo pork esa Sony no sabe ni kmo c endise jelou. :)
 
Horita tenemos k bajar al lovely pq los tipos del pipnic nos bienen a buscar pa un tiatro. Algo y k la ratonera marik k sera sabaina? A mi m sale un raton y yo salgo estrampada de la cagason. Y mañana bamos todos a algo k se yama la Bahía de Guesminster y luego al palasio de Bukinhan donde disen k vibe la reina y hay unos wachimanes k usan unos conos peluos en la cabesa.
 
Kmo está el Keider? M le mandas saludos y ami Ami tan bien. T dejo amiguis pq aki el guifis me lo estoy chuleando pro m le mandas un beso a todos por haya.

Porfis llama a mi mama y dile k estamos bien y k le empedimos la bendision. Porciento, t manche la falda k le emprestaste a Sony marika, zorri. :) :) :)
 
Tamo amiguis
Marjorie.
 
Posdanta: no sabes el metro. Todo el mundo yk maind yor gap, maind yor gap. Eso no es una tienda?

Tu Fracaso Afuera No Es Culpa del País

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Esta mañana me llamó una señora con la cual tenía tiempo que no hablab quien me contó que se había regresado a vivir a Venezuela. Eso me alegró, yo soy el tipo de gente que apuesta por el fracaso de todo venezolano en el exterior. No por malicia ni envidia, sino porque a mí me parecería lo máximo que toda la gente a la que yo quiero siguiera viviendo en el país. Diría que como Los Pitufos pero suficiente idea de comuna tenemos aquí como para andar soñando con Pitufina.

Le dije a la señora que me alegraba por su regreso pero mi comentario no fue agradecido. “Ay, ¿cómo me vas a decir eso?”, me contestó. “Yo estoy tan deprimida que me regresé a esta mierda. ¿Qué carrizos voy a hacer yo aquí?”

Le sugerí que se comprara una pistola y se matara.

La señora me trancó el teléfono.

No tengo la culpa que me alegre el regreso de las personas. Detesto ser deshonesto y decirle a alguien: “Pero, ¿para qué te regresaste? ¿Tú estás en drogas? En el aeropuerto te han debido ver como una loca.”. Si uno se regresa a a Venezuela es porque quiere volver, no encontró lo que esperaba afuera, o le contaron de un negocio enchufadísimo aquí y es de nacionalidad china. Pero si para alguien el regresarse implica el equivalente a vivir en Mordor, es más factible que se haga barrendero afuera. No conozco ni un solo caso donde el barrer le quite el caché a lo digno.

Todos tenemos un pasaje de ida de Venezuela, eso lo tengo yo clarísimo. Lo que nadie tiene claro es cuando le tocará su fecha de partida. Hay gente que el lunes después de cada elección le llega su hora. Otros cuando no encuentran trabajo o casa, o encuentran que llegando del trabajo les desvalijaron la casa. Pero decir que no nos están botando es como creer que no hay vuelos en Venezuela porque la flota aérea los está desviando por culpa del Mundial. (véase: "La Vida según Rafael Ramírez".)

Yo lo veo con las traducciones. Amigos míos que decían que jamás de los jamases se largarían del país, hoy me llaman para pedirme una traducción de su partida de nacimiento  y la de todos sus hijos. Me choca hacer ese tipo de traducciones porque sé que con ellas contribuyo al drenaje de talentos de mi país. Pero lo entiendo, tiene que haber una tierra en este mundo donde el Twitter no sea solo de política y la sobremesa sobre secuestros. Todo el mundo se merece una vida feliz. Pero no es menos cierto que todo el mundo también se merece regresar a la patria donde nació. Y si eso considerado un fracaso pues hay una bella opción llamada cambio de nacionalidad.

No niego ninguna realidad. Yo me leo el periódico todas las mañanas de mi vida y sé cuán jodidos estamos. Las agencias noticiosas se deberían quitar el caretón y titular siempre: "En Venezuela la cosa sigue pelúa". Antier fui a comprarme un tubo de pasta de dientes al mercado. La cola para pagar llegaba hasta el fondo donde queda la carnicería. Salí de ahí cuarenta minutos después con una pasta de dientes, unos velones de José Gregorio Hernández, una bolsa de carbón que no necesito y el teléfono del carnicero para llamarlo cuando le llegue el rosbif.

Es horrible y sé que en ningún lugar del mundo se promocionaría el estilo de vida de un caraqueño en un brochure de viajes. No soy iluso, eventualmente me botarán de mi calle, de mi municipio, de mi estado, derechito por los dos boquerones de la autopista y fuera de mi país. Eso sí, obligado y derrotado. Pero yo no regreso a contar que soy un fracasado porque me regresé. Soy un fracasado porque no encontré nada afuera, pero no porque me devolví a Caracas. ¿Qué culpa tiene Venezuela de que uno se negara a trabajar como un limpiador de pocetas en un shopping mall en Wisconsin solo porque los abogados no limpian pocetas?

Si yo me voy botado de Venezuela, es para odiarla, negarla, y escupir cada vez que alguien mencione su nombre. Si me largo es para olvidar todo mi pasado, cambiarme la identidad y todo lo que alguna vez me hizo hombre bajo este clima perfecto. Si me voy es para demostrarle todo lo que yo puedo hacer allá que no me dejaron hacer aquí. “Mira, Venezuela: ¡Leche! ¡Leche! ¡Cartones de leche en cantidades!”… “Mira, ¡me compro un pasaje y no tengo que hacer carpetas como me mandabas a hacer tú! ¡Mira, camino de noche y nadie me asalta, nadie, nadie!” En corto, si me voy en esas condiciones, es para no volver. Así tenga que ser barrendero de día y limpiador de pocetas de noche.

La razón es sencilla. Si he de volver al país, prefiero morir antes que lamentarme del fracaso que implica vivir en Venezuela. Porque a menos que yo dependa de un subsidio, una remesa o algo que ilógicamente deba solicitarle permiso al gobierno venezolano, no es Venezuela el fracaso. Es que yo fracasé viviendo en otro país.

Y eso sí que no es culpa de este país.-
 
Foto: Dinuel.

¿Quién Le Teme a las Costillas de Thalía?

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Hay mitos de mitos pero no hay leyenda más famosa que aquella que aseguraba que la cantante mexicana Thalía se había sometido a una operación para quitarse sus costillas inferiores. Qué loquera de mito, extraerse costillas para verse más flaca. Si eso fuera, verdad ¿qué habría hecho luego Thalía con sus costillas? Yo viviría con miedo si fuera Tommy Mottola, su marido. “Thalía, mi amor, ¿qué hay de cenar?” “Algo sencillo mi vida, costillitas al vapooor”.
 
Me imagino que Thalìa se debe reír con ese mito, pero hubo una época en donde todos creíamos que era cierto. ¿Quién no ha contado algo que asume que es verdad porque lo lee en todas partes? Que si Walt Disney está congelado, que si a Ana Obregón le explotó un pecho de silicona en pleno vuelo aéreo, o que si hablas por celular en una gasolinera, la gasolinera explota. Por Dios, los celulares no matan… Lo que mata es cuando llega la cuenta.
 
Lo cierto es que vivimos rodeados de mitos y leyendas que siempre salen a flote y todo el mundo se los cree. El tema es que no hay manera de descartarlos porque hemos estado expuestos a los mitos desde chamos. Yo culpo a mi madre. En mis 34 años de vida, jamás he conocido a un solo ex niño que recibió carbón en Navidad. Mi mamá, no obstante, comenzaba con ese mito-amenaza desde octubre. “Mira Juan José, yo conocí a un niño tan malo, tan malo que San Nicolás le trajo carbón, ¡carbón! ¿Tú quieres que te traigan carbón? ¿Ah? ¿Ah?”
 
Claramente yo me volvía más bueno que monaguillo en Domingo de Ramos. No iba a ser yo el que cumpliera la leyenda del carbón. Pero siempre me tuvieron así, amenazado a punta de mitos. “Juan José, salte del mar, salte que acabas de almorzar y se te corta la digestión, cuento tres y llevo dos”. Y uno se tenía que salir del mar a regañadientes, pensando: “Ya va, ¿se me corta la digestión o la diversión?”
 
Como consecuencia de todos esos mitos amenazadores, yo soy un producto adulto de traumas infantiles que van desde el temor a quedarme bizco por acercarme mucho a la televisión hasta sentirme culpable por haberme tragado un chicle y creer que tengo una mata en la barriga.
 
Pero peor fue mi hermana. Mientras a mí me criaron con el mito del niño que cruzó la calle solo y se lo llevó una gandola, mi pobre hermana creció con los mitos relacionados a la belleza. ¿Cuántas veces no oí yo a mi mamá decirle que el pepino era bueno para los ojos, los limones para los codos y las fresas para las varices? Uno entraba al cuarto de mi hermana y no sabía si estaba en un spa o en un stand de frutas.
 
Es terrible la creencia ciega de los mitos. Pero por más que sepamos que no son ciertos, los mitos se adaptan a los nuevos tiempos. Antes existía el mito de que no podías hablar con extraños. Ahora eso se llama Twitter. Antes estaba el mito de que Dios le había quitado una costilla a Adán para crear a Eva. Ahora, no hay una sola Eva que no se vea el espejo y piense si será verdad aquello que dicen sobre las costillas de Thalía.
 
Revista Etiqueta. Edición mayo 2014. Caricatura by Rayma.

De Cómo Edgar Ramírez Me Enseñó A Batir el Chocolate

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En el primer año de mi carrera en la Universidad Católica Andrés Bello tuve una novia. Era la primera mujer que conocía a la cual le gustaban las mismas cosas que yo: toda la discografía de Simon & Garfunkel, frases sueltas de libros pretenciosos y el drama. Mucho drama. Nos empatábamos frente a la estatua de Andrés Bello y terminábamos esa misma noche en una calle oscura de Los Chorros. Después negociábamos volver y a la semana ella me terminaba a mí en la terraza de su casa reprochándome sobre mi inmadurez. Ciertamente, yo tenía una franela con el logo de Superman en el pecho. Ella en cambio, dos amigas escondidas detrás de una cortina.

Así fue más o menos todo ese primer año. Los grupos de estudio se tenían que dividir porque ella y yo no podíamos estudiar juntos. Luego, el grupo de estudio se volvía a reunir porque ella era la única que sabía explicar lo que eran las obligaciones propter rem y si no estudiábamos con ella, no solo raspaba yo, sino que raspaba todo mi bando. Todo lo que ella hacía, inevitablemente lo terminaba haciendo yo. Un día ella fue a comprarse una planilla para presentar un examen del Modelo Harvard de Naciones Unidas en la universidad. A los veinte minutos bajé yo corriendo al Módulo 3 donde vendían esas planillas y me compré una.

Yo quedé en el equipo.

Ella no.

Ahí terminó nuestra historia de amor.

Yo comencé una historia de amor conmigo mismo. El equipo de la Católica para el Modelo Harvard significó para mí un descubrimiento. No de lo que quería ser –en ese entonces, abogado- sino de quien era en ese momento a los veinte años. Cuando se tiene veinte, todo el mundo te pregunta qué vas a hacer después, nadie se preocupa en preguntarte sobre quién eres ahora. Harvard me regaló la oportunidad de cuestionarme todo y pensar en eso.

Entre filósofos que tenían teorías hasta del porno, comunicadoras que podían citar a Baudelaire en una oración y luego a Sandy y Papo en otra e ingenieros a los que les dabas un Q-tip y un teipe plomo y construían un centro comercial en la parte trasera de una Montero, eso era el paraíso. Que íbamos a salvar al mundo en cuatro días de un simulacro de Naciones Unidas no era un juego. Nosotros íbamos realmente a salvar el mundo.

Una de esas personas que conocí en ese mundo fue a Edgar Ramírez. Él había estado en el equipo el año anterior, el cual había sido importante puesto que era la primera vez que una universidad venezolana había recibido un Honorable Mention en la competencia. Edgar y los de esa delegación eran para nosotros a big deal. Gente grande, pues. Y aunque muchos de su delegación ya habían forjado su camino en pasantías o recobrado una fin de semana normal donde se iban a la playa, Edgar siempre encontraba la manera para venir a visitarnos en un domingo de reuniones y contarnos sobre su experiencia en el Modelo.

Una de las cosas que a todos nos marcó fue una frase que él nos dijo a pocos días de irnos a Boston, donde se iba a celebrar la competencia: “Muchachos, es tiempo de batir el chocolate”. Con esto quería decir que o nos movíamos y hacíamos cosas maravillosas dentro de cada uno de nuestros comités, o la masa se quedaba fría. Eso se convirtió para nosotros en un mantra. “Estoy batiendo el chocolate en comité que te cagas”… “Batting the choco” nos decíamos mientras nos veíamos por los pasillos. Algo que suena gallo, pero que era necesario para darnos ánimo entre el estrés de lograr un puesto importante.

Perdimos big time ese año. Pero eso no nos importó. En parte gracias a Edgar entendimos que batir el chocolate significaba prepararse más que Rocky Balboa frente a Iván Drago. Al año siguiente volvimos y recuperamos ese Honorable Mention. Al otro, yo lideré el equipo que se ganó el primer premio en toda la competencia, primera vez que lo hacía una universidad no anglosajona. El chocolate no es que estaba batido, el chocolate ya era una marquesa.

Cinco, diez años después, ya todos somos gente grande. Mi novia de la universidad y yo somos grandes amigos. De vez en cuando la fastidio diciéndole que se casó con un tipo que se llama igual que yo porque nunca se pudo sacar ese clavo. Los filósofos, comunicadores administradores y en general gente que alguna vez tuvo el pelo verde o azul que me acompañaron en Harvard son gente que está salvando el mundo sin duda. Puede que algunas se sienten junto a Christiane Amanpour en CNN, puede que otros solo sean papás, pero yo no dudo por ningún segundo que en su closet tienen el traje de Los Increíbles. Yo dejé de ser abogado y ahora soy un, digamos respetable, buhonero. Y Edgar… pues ya todos sabemos en qué se convirtió Edgar.
 

 

Recientemente me topé con uno de los carteles de la nueva campaña de Johnnie Walker llamada “Desde El Futuro”, en la cual él sirve como embajador. Él sale solo en un fondo negro, con una única palabra: TRADUCTOR. El mensaje de la campaña es decirte desde el futuro que todo va a estar bien. No importa cuántos correos te falten por contestar, cuántas copias te manda a sacar tu jefe, si terminaste con tu primera novia o si tú estás leyendo esta entrada en mi blog a las cuatro de la mañana cuando deberías estar terminando tu tesis y no puedes más. Todo va a estar bien.

Me pareció que él había dado en el clavo con esa palabra que lo definió hace tiempo. Yo conocí a Edgar Ramírez mucho antes de que se metiera en el papel de Bodhi, Roberto Durán, Bolívar, Carlos, Cacique. Lo conocí cuando ni siquiera era traductor de idiomas, sino intérprete de motivaciones. Una tarde él le dijo a veinte chamitos: “Es tiempo de batir el chocolate”. Y ninguno de nosotros ha dejado de soltar esa paleta.-

Nota: Hace un par de semanas se me ocurrió hacerle una mini entrevista para el blog sobre sus inicios la cual pueden leer aquí.  

Un Traductor de Personajes Llamado Edgar Ramírez

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Es posible que muchos de ustedes hayan visto vallas por toda la ciudad donde salen Dayana Mendoza, Greivis Vásquez y Edgar Ramírez con una palabra que los identifica. En el caso de la Miss Universo 2008, la palabra es “desconocida”, la del basquetbolista de los Toronto Raptors de la NBA es “novato” y la del actor, “traductor”.

Es factible admitir que ninguna de estas palabras identifican a estos tres. Nadie más conocida que la Mendoza, nadie más profesional que Vásquez y de Ramírez, sabemos que habla inglés, francés y alemán en su película Carlos, pero jamás diríamos que su profesión es ser intérprete público.

La cuestión es que algún día lo fueron. Hace tiempo Dayana Mendoza no sabía cómo caminar en tacones, Greivis Vásquez lanzaba pelotas como cualquier adolescente con un sueño y Edgar recurría a la traducción para ganarse la vida y perseguir su sueño de convertirse en  actor.

Son ellos embajadores de la campaña “Desde el Futuro” de Johnnie Walker. Ellos mismos nos cuentan que alguna vez fueron esa palabra que los identifica en las vallas. Ellos son tú en este momento. Están ahí para decirte que no importa cuántas tazas de café andes sirviendo, o cuántas tablas de Excel tengas abiertas donde compruebes que las cuentas no dan, en el futuro todo va a estar bien.
 


Animado por esa campaña en positivo, se me ocurrió escribirle a Edgar Ramírez para que me contara sobre su vida desde el futuro. Un chamo del Táchira, Edgar llegó a Caracas a estudiar Comunicación Social en la UCAB. Ahí se metió en el mundo de los modelos de Naciones Unidas -el hombre quería ser diplomático- y en el Festival Universitario de Video (VIART), pues también tenía la espina de ser actor. Todavía no estaba claro. No en balde, en sus inicios, el guionista mexicano Guillermo Arriaga le dijo en broma: “Ese has podido ser tú cabrón”, cuando le mostró la cinta Amores Perros donde salía Gael García Bernal en pantalla haciendo un papel que le fue ofrecido a Ramírez y cuya oferta pasó.

La claridad llegó con Cacique. Cosita Rica, telenovela archifamosa de Leonardo Padrón para Venevisión, vio a Edgar Ramírez en un papel de buhonero. Sus amores en la pantalla chica con Marisa Román obligaron al escritor a incrementar el peso de su papel en la novela. Todo el país tenía que ver con Cacique. Y desde entonces todo el país ha tenido que ver con Edgar Ramírez.

A Edgar lo hemos seguido de cerca. Hay una cosa de ver a un venezolano en un cartelón de una película que lo hace sentir a uno orgulloso. Lo mismo pasa cuando lo vemos en una entrega de premios. Quizás jamás lo hayamos visto en persona pero uno siente como si fuera un primo suyo. Keira Knightley está a seis grados de separación de todos los venezolanos por Edgar, igual Robert de Niro, Jessica Chastain y Juliette Binouche. Pero lo mejor es que con él, podemos escaparnos hacia una aventura cinéfila de buenas historias donde vemos cómo traduce magistralmente un guión para regalarnos en cada ocasión un personaje increíble.

Pero no siempre fue así. Hubo una época donde quizás él ni siquiera soñaba con calzarse las botas de Simón Bolívar, ponerse los guantes de Roberto Durán o montarse en la tabla de surf de Bodhi como otrora lo hiciera Patrick Swayze en la película Point Break, cuyo remake ha sido anunciado. Hubo un momento donde Edgar Ramírez era tan solo un estudiante como conté en otra entrada, y también otro donde simplemente era un traductor. Ésta es esa historia, contada en sus propias palabras desde el futuro:

 
 
En la universidad tú eras el chico de VIART y del Modelo de Naciones Unidas. ¿En ese momento era intraducible definir quién es el Edgar Ramírez de hoy o ya existía la espinita actoral?

Siempre existió la espinita actoral, pero no me producía dolor ni frustración. Estaba muy contento con lo que hacía en la Universidad y con lo que anhelaba para mi futuro: una vida llena de viajes, experiencias intensas y personas interesantes. Y esa es justamente la vida que vivo, y por la cual me siento profundamente agradecido.

Estudiando comunicación social, tu interés también estaba en las relaciones internacionales. ¿Un sueño frustrado o había un mejor sueño?

Recuerdo que cuando fui investido como Embajador de Buena Voluntad de UNICEF, comenté en mi discurso que sin planificarlo de esa manera, mis dos grandes sueños en la vida se habían fusionado en perfecta armonía: Ser actor,  y a la vez funcionario de las Naciones Unidas; el mundo de las artes, y el mundo de las relaciones internacionales y el trabajo humanitario. Con el tiempo he concluido que mis motivaciones en la vida son esencialmente humanistas y que hubiese sido feliz ejerciendo cualquier actividad que tuviese como centro la experiencia humana y su fascinante complejidad. 

Hay oportunidades que dejamos pasar por no ser el momento adecuado. ¿Volverías a decirle que no a Guillermo Arriaga?

Jaja, claro que no. De hecho estamos ya planificando hacer algo juntos.

¿Estabas consciente que el ser traductor era solo un paso o hubo momentos en el que pensaste que era mejor no seguir caminando?

Cuando decidí ser actor sabia que los ahorros de mi trabajo anterior como Comunicador Social no durarían más de un año, así que necesitaba realizar una actividad productiva que me diera para vivir y que al mismo tiempo no me atase a una oficina ni a un horario. La flexibilidad y la independencia eran claves. Necesitaría ir a castings, reuniones, viajes, tener la posibilidad de matar tigres, hacer comerciales, y si todo salía bien, irme 2 meses a hacer una película sin tener que pasar por el trance de pedir permisos imposibles o renunciar a un trabajo. De modo que me senté a analizar mis fortalezas, las cosas que sabía y disfrutaba hacer y me di cuenta que mi trabajo anterior me había dejado una amplia red de contactos en distintas embajadas y empresas trasnacionales, y mi educación me había dejado la enorme oportunidad y privilegio de hablar fluidamente otros idiomas, y una afinada intuición para las relaciones interculturales.

Entonces me dije, pues nada, a llamar a todo el mundo y ofrecer servicios de  intérprete en inglés, francés, alemán e italiano en clave motorizado con moto propia. Y así fue.

¿Recuerdas el momento específico en el que te viste traduciendo menos y actuando más?

Sí claro, cuando me llamó Leonardo Padrón para hacer COSITA RICA. Por primera vez pude vivir sostenidamente de mi oficio como actor.

De Cacique a Ares, de Cyrano a Simón ¿qué queda de ese traductor llamado Edgar Ramírez?

Supongo que la habilidad para adaptarme, comprender y desarrollar empatía con ambientes culturalmente diversos y muchas veces en conflicto. Recuerdo que cuando estaba filmando CARLOS, estuvimos más de 5 semanas seguidas en Alemania. El equipo principal y las cabezas de departamento eran franceses y como era de esperarse, se encontraban en pugna cultural con el equipo local alemán. Los franceses muy sensibles y apasionados, y los alemanes precisos y pragmáticos. Básicamente se odiaban. El caso es que en muchos momentos, durante los cortes de comida o en el tráiler de maquillaje, me tocaba escucharlos despotricando los unos de los otros en francés y alemán respectivamente, y el único que entendía las barbaridades que se decían en sus propias caras, era yo. Cuando dejaban de hablar inglés y decían algo en voz baja en francés o alemán, ya sabia yo que venía un insulto o una queja. Al principio me sentía como un niño en medio de un divorcio horrendo, y me incomodaba. Luego lo asumí como una ventaja para entender mejor las dinámicas internas del rodaje, surfearlas más fácilmente y ayudar a calmar los ánimos y a reducir los prejuicios. Y así muchas otras experiencias de ese tipo…unas más graciosas y otras más dramáticas.

¿En qué idioma se le habla a un director?

En el que mejor comprenda.

Los que tenemos sueños generalmente levantamos botellas de champú en el baño frente al espejo practicando para cuando nos ganemos un premio. ¿Se vio Edgar Ramírez alguna vez en este cliché sin saber que algún día levantaría un César?

Jamás. Y te lo digo sin un ápice de demagogia. Si ves el youtube mi discurso de agradecimiento del César – el cual escribí a brochazos en el carro camino a Chatelet y a petición de mi agente que me dijo: “no está de más preparar algo…” – Te darás cuenta que fue un desastre. No sabía qué pasaba, todo me daba vueltas; la garganta se me secó, no podía respirar. Todo fue un esfuerzo titánico para no ponerme a llorar como un niño. Fue muy emocionante.

Roberto Durán una vez dijo: “La vida de un boxeador se basa en pelear por títulos mundiales”. ¿En qué se basa la vida de un actor?

En acercarse, en explorar e intentar comprender los grandes temas de la humanidad a través de la especificidad y singularidad de un personaje.

¿Qué pone Edgar Ramírez luego del hashtag #yolograré?

Alcanzar la plenitud.

 ¿Dónde, cómo y con quién se toma el whisky perfecto para celebrar desde el futuro?

En cualquier lugar…en las rocas, y con mi papá.

¡La Hora Loca se va este Sábado 31 a Barquisimeto!

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A todos mis "Yo Te Leo" en BARQUISIMETO:

Este SÁBADO 31 DE MAYO a las 5:00 pm estaré por esos lares para celebrar el 40° Aniversario de la Librería EL CLIP. Allí espero sacar las maracas, el cotillón y el sombrerito de goma espuma para presentar mi libro "La Hora Loca". Espero que sea una tarde divertidísima donde voy a leer algunos de mis cuentos, firmar libros y en general oír de su boca todo esos cuentos locos que tanta risa me dan a mí.

Estoy muy emocionado con esta invitación y espero gozar un mundo por allá. ¡Nos vemos este sábado! 

Coordenadas:  Librería El Clip. Av. Los Leones, Centro Comercial Los Leones. Local N°10. (0251) 2541669. Entrada Libre (¡traíganse a la abuela pachanguera)

SMS al Rey Juan Carlos de Borbón con motivo de su abdicación

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Están de moda las abdicaciones. Yo le echo la culpa a Benedicto XVI. En pleno ejercicio de sus funciones como Papa, decidió que era mejor pasar los últimos años de su vida echado en una tumbona con la sotana levantada para que sus canillas agarrasen sol. Nadie lo criticó, el Cónclave eligió a Francisco como Papa y la vida continuó. Los monarcas tomaron nota. Beatriz de Holanda piró, Alberto de Bélgica dijo adieu y hoy nos llega la noticia de que Juan Carlos de Borbón le da un saludo a la bandera y le pasa el trono de España a su hijo Felipe.

Sorpresiva noticia en el mundo, en Venezuela todo un madrugonazo, puesto que ocurrió en España en horas del mediodía. Para los periodistas allá fue impactante. Solo recibieron un mensaje de texto del Palacio de la Moncloa para que vinieran a una rueda de prensa. Cualquiera hubiera dicho: “Bah, otra rueda para decir que estamos mal pero que vamos bien”. El Rey les dio el tubazo. ¿Quién esperaría que un monarca (quien anteriormente habría afirmado que jamás abdicaría “porque los reyes se mueren en su cama") les iba a decir “buenas noches y buena suerte”?

Algunos teorizan que con la crisis económica y los cambios en el parlamento, la noticia de la abdicación era inminente. Por algunos no quiero decir la Casa Real, pues ninguno de ellos estaba en Madrid para acompañar al Rey cuando anunció su abdicación. Felipe andaba en El Salvador en la toma de posesión de Salvador Sánchez Cerén, la Reina Sofía en Nueva York en un evento por la paz e Iñaki y Cristina en Suiza, probablemente metiéndose en INTERPOL cada cinco minutos para ver si ya pusieron sus nombres ahí.

Lo cierto es que el Rey no está en su mejor momento y no es solo por un tema de salud. Nada bueno puede venir después que en la peor semana de la crisis económica española se cuela una foto tuya cazando elefantes en Botsuana junto a quien se presume es tu querida. Diana de Gales era menos deslechada que eso. Pero todo cambio que traiga progreso es bueno y si con esta abdicación el Rey contribuye a que las cosas mejoren en España, su movida no solo es acertada, es ejemplar.

A mí me cae bien el Rey Juan Carlos porque contribuyó a darle un sello a España. El mejor relacionista público de la península ibérica fue él, entrevistándose amistosamente con líderes importantes y mandando a callar a dictadores nefastos. Hugo Chávez podrá haberse creído el enfant terrible de los encuentros internacionales, pero Juan Carlos le hizo ver que ahí, era él quien tenía unas bolas más viejas y más reales que las que habría podido tener el lamebotas de los Castro.

Queda ahora por ver cómo será el camino de Felipe y Letizia como nuevos monarcas. No va a ser fácil con la crisis y un cuñado peor que cualquier marido de Estefanía de Mónaco. Pero hay algo en que Felipe sea el primer monarca español graduado de la universidad y Letizia la primera reina plebeya. Por más parco que se vea él y más mandona que se vea ella, será sin duda un cambio revitalizador alejado de las pomposas coronas y más cerca del pueblo. Serán reyes modernos en tiempos modernos.

No está resuelto como será el traspaso del poder. Lo único cierto es que Juan Carlos ha debido recibir bastantes mensajes de texto el día de hoy con motivo de su abdicación. He  aquí los que yo considero son los más importantes:

Benedicto XVI:“Cordero de Dios en mi casa el domingo. Trae las birras”.

Reina Sofía:“El bikini en la maleta. Summer Road Trip 2014 aquí vamos!”

Froilán, nieto de Juan Carlos:“¿Abuelito, esto quiere decir que se acabó tu abono en el palco real? ¡Mira que se viene el Mundial y me lo prometiste!”

Nicolás Maduro:"VISTE QUE SI TE CALLASTE MMG!!!! NO VOLVERÁS. CHÁVEZ VIVE LA LUHCA SIGUE! P.D. Necesito importar arroz. Dile a Rajoy que me heche una llamada".

Felipe, Príncipe de Asturias:“Tenía partida de golf el viernes. Pero gracias igual por este detalle”.

Letizia, Princesa de Asturias:“Por fin. Saludos”.

Barrack Obama:“Cuéntame eso de abdicar en medio de una crisis económica. Me interesa”.

Infanta Cristina:“¿Hay manera de hacer que el abogado ese que me anda demandando abdique? Lo busqué en Wikipedia pero nada sale”.
 
Iñaki Urdangarín:"¿Suegro, por qué me tiene bloqueado en WhatsApp?"

Beatríz ex reina de Holanda:“Bienvenido al club. Tres palabras: Campari con soda”.

Isabel de Inglaterra:“Amateur”.

Carlos de Inglaterra:“Ese grito de ‘¡MAMAAAAAAAAAAAA!’ que se oyó en España lo dije yo desde el Palacio de Buckingham en Londres. Pido disculpas”.

Hacer Humor No Es Ponerse el Traje de Payaso

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Esta entrevista salió este fin de semana en el diario El Impulso. Muchas gracias a Alba Arráez por la conversa.
 
Toto Aguerrevere: "Hacer Humor No Es Ponerse El Traje de Payaso"
 
Con más de 41 mil seguidores en la red social Twitter, el humor de Toto Aguerrevere es de los más sensatos que se pueden encontrar en Venezuela. Con cada noticia hace lo propio; no se trata de una burla, sino de comentar los titulares que considera ilógicos.
 
Este conocido bloguero que se describe a sí mismo como un "buhonero intelectual", llegará mañana sábado a Barquisimeto para darle al público una buena dosis de La hora loca; el libro en el que destacan 30 cuentos que reflejan, a punta de risas, lo que vive la convulsionada sociedad venezolana.
La cita es en la Librería El Clip, a las cinco de la tarde.
 
"Estoy emocionado de visitarlos. Tengo tiempo que no voy a Barquisimeto. La última vez fui a una procesión de la Divina Pastora. Allá todos son muy simpáticos y me siento como el primo perdido caraqueño", contó Toto Aguerrevere al iniciar su entrevista con EL IMPULSO.
 
Él viene a presentar su libro. Pero no promete protocolos. Se sentará a leer una o dos historias de La hora loca, e invitará a los presentes a que cuenten sus anécdotas y lo hagan reír.
 
-La hora loca es un reflejo, en tono de humor, de lo que se vive en Venezuela. ¿Se reflexiona mediante la risa?
 
- Sí claro. Es una muestra del país que tenemos, porque aquí lo que vivimos es una gran hora loca. En mi libro hay un cuento serio, que es la muerte de Hugo Chávez; me pareció importante incluirlo, porque aquí se nos cambió el horario, la bandera, el escudo, el nombre del país y no es fácil que despiertes 14 años después que creías que el señor era eterno, tratando de ver cómo organizamos la nación mientras el Gobierno actual insiste en cotillón y serpentina.
 
-Dijo alguna vez que en Venezuela nadie se ocupa de gozar porque todo el mundo está molesto, ¿cómo hace para mantener el humor en medio de la crisis?
 
-Observando a la gente y hablando mucho con las personas que se te acercan aún sin conocerte. Todos tienen historias y es buscarles el lado positivo sin querer ser Ismael Cala. Ciertamente estamos viviendo una tragedia, pero la idea es buscarle la risa.
 
-Entonces el humor es necesario en tiempos de crisis...
 
-¡Claro! Si se pierde la capacidad de humor estamos mal. No se trata de ponerse un traje de payaso, sino de ser ciudadano y comentar de forma divertida algo que te parece ilógico. Porque para los titulares serios están hechos los periódicos.
 
-Precisamente nos levantamos cada mañana con titulares desalentadores. Su trabajo es buscarles el humor, pero, ¿hay días en los que no hay forma de sacar un chiste?
 
-Sí. Lo que pasó en febrero; las protestas, las detenciones. La situación de Iván Simonovis, de eso no se puede sacar un chiste.
 
Hay ciertas cosas que no se pueden tocar, pero cuando el Gobierno habla me quitan el trabajo porque ellos están haciendo el chiste cuando dicen que los aviones son desviados para el Mundial. Son situaciones incrédulas.
 
Su visión de país
 
Desde la visión de un profesional del Derecho que habla con humor, Toto Aguerrevere ve a Venezuela como "un país que lo invitaron a la mesa de té de Alicia en el país de las maravillas y le dijeron: Las leyes aquí no valen". "Ves que tus derechos están vulnerados, que la Constitución garantiza el pleno alimentario y no encuentras nada.
 
El tema de las colas es grave, todo un desastre, nos tratan como granja. No tienes idea de qué vas a llenar tu nevera y es humillante tener que hacer una cola por algo que tú vas a pagar", comenta.
El escritor también sueña con un modelo de país. "Quiero una Venezuela donde se pueda caminar libremente, yo envidio muchísimo eso de Europa. Extraño caminar y hablar con la gente; encerrarse en casa no es vida.
 
Cuando pueda salir sin miedo tendré el país que quiero, porque de resto, el clima y la gente de este país no lo tiene ningún otro", dice con optimismo. Toto fue víctima de un secuestro en el año 2010, enfrentándose así a dos situaciones: encerrarse en casa y vivir con miedo, o salir a la calle con un tercer ojo y tener cuidado.

Una Hora Loca en Barquisimeto (Con Stalkers y Todo)

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Este fin de semana estuve en Barquisimeto invitado por la Librería el Clip para presentar mi libro “La Hora Loca”. Con todas las protestas de este año en Venezuela la verdad es que el libro se ha vendido solo (¡ya casi llego a las 4000 copias vendidas!) y no había tenido oportunidad de hablar sobre él frente a una audiencia. Cuando me llamaron de la librería para preguntarme si estaba interesado no dejé pasar la oportunidad, agarré mis maletas y me fui hacia el estado Lara.

Hay una cosa que me impresiona sobre los barquisimetanos y es lo amables que son. Yo no sé si es el color del cielo, que el calorcito es constante o que en verdad los caraqueños somos una cuerda de antipáticos sin tiempo para nada. Con orgullo debo decir que en Barquisimeto me adoptaron como si yo fuera un primo perdido de la capital, donde inclusive tengo hasta stalkers. Pero sobre eso contaré más adelante.

La Librería El Clip está ubicada en el Centro Comercial Los Leones y este año cumple cuarenta años. Hace meses cuando me escribieron para pedirme libros, le pregunté a mis amigos guaros sobre la librería. “Es de toda la vida”, me respondieron. Mandé las cajas inmediatamente. A mí me encanta la gente de toda la vida.

Cerca de las cinco de la tarde del día de mi presentación, me vestí en el hotel con una pinta que creía era digna de un autor serio. Mi cara salía en dos periódicos de la ciudad así que por lo menos debía aparentar ser respetable. Eso todo se perdió cuando llegué a la librería y constaté que el público que me esperaba era tan dicharachero como mi libro. Esto lo digo de la mejor manera posible. Llegar jurando que vas a tener que dar una disertación sobre narrativa y que el público te espere con sombreros de cotillón en la cabeza,  me hizo darme cuenta al instante que en Barquisiemto también hablan el idioma “Toto”.
 

Ver a cuarenta personas con sombreros de cotillón, sentados en sillas al compás de música típica de hora loca, me relajó completamente. Ahí me di cuenta de que íbamos a pasar una tarde sensacional. Mientras Betzaide, la amabilísima dueña de la librería, le contaba a la audiencia sobre mí, yo veía a la gente. A algunos se les veía que se habían leído mi libro, otros que ni idea pero igual vinieron y otros que pasaron por la librería y como vieron que se repartía cotillón les pareció el perfecto lugar para pasar la tarde. Un lugar donde se repartan serpentinas siempre es un buen spot para estar.

A mí me pusieron una corona sobre la cabeza, cosa que me puso nervioso de inmediato, hasta que alguien gritó: “Toto, quítate la corona que lo más bello de ti es tu calva”. De haber una tienda de anillos al lado de la librería, hubiera salido a comprar uno de compromiso y pedir matrimonio en ese instante. Ahí fue que entendí que cuando uno presenta algo que es suyo, siempre tiene que ser uno mismo, así sea con su helipuerto al aire.

Comencé haciendo lo que yo catalogo como una especie de standup (mi primera vez debo decir) sobre el concepto de las horas locas en Venezuela y después les leí el cuento de mi mamá y los mazapanes de Mechita Baldó en el aeropuerto. Si Mechita Baldó quiere irse a Barquisimeto mañana, seguramente va a vender sopotocientos mazapanes porque la gente se rió full. Luego leí el cuento “¿Y Qué Hacemos con La Cajita?” y terminé con el cuento del chivo contado por Miss Alice que terminó por sacar la casa por la ventana.
 

Gocé leyendo mis cuentos. Nunca los había leído en público y la verdad es que me gusta el ritmo que tienen para ser leídos en voz alta. Consideré en ese momento grabar un audio libro hasta que recordé que yo no me soporto la voz ni en mi contestadora.

Lo mejor de la experiencia fueron las preguntas, sobre todo de gente que se ha leído el libro o es visitante asidua de este tea party. Ponerle cara a esas personas que sé me han escrito ya sea por el Twitter o por comentarios en el blog es cheverísimo. Lo que sí fue todo un momento rock star fue cuando una chica levantó la mano y me dijo: “Hola, yo y mi amiga somos unas ‘Yo Te Leo’ que vinimos desde Portuguesa para verte”. Ahí yo hice plop!

Ese fue el momento más Mick Jagger que he tenido en mi vida. A mí no me viene a ver ni mi tía que vive en La Lagunita y que me pasen este tipo de cosas es una sensación increíble. Yo no tengo manera de explicar cómo es que los cuentos de un sifrino que escribe historias de La Castellana hacia el Ávila puedan tener resonancia en otras partes del país. Quizás sea una cuestión de que todos estamos en esto de buscar el buen humor. O de repente es que mi calva es burda de sexy, no sé.

Al terminar la presentación firmé libros y me tomé fotos con todos los asistentes aunque mi momento más cómico fue una pareja que vino con mi libro ya firmado. La esposa me dijo: “Vengo a ver si de verdad ésta es tu firma porque yo tengo una apuesta desde enero que mi esposo me conejeó y lo firmó él”. Se lo volví a firmar: “Verificado por la Comisión Anti Cuaima”. El esposo me dio un high five.

Ya de regreso a mi hotel me fui hacia un balcón oscuro a fumarme un cigarro y quitarme el ego que producen este tipo de eventos antes de subir a cambiarme porque tenía un matrimonio allá esa noche. Pero el ego no se fue, pues en medio de mi cigarro dos figuras oscuras se acercaron para decirme: “Quieto. No te vamos a hacer nada”.

Joder, me asaltaron en Barquisimeto.

Cinco segundos después las figuras oscuras se pusieron en un lugar donde podía verle las caras. Eran las niñas más bellas y simpáticas imaginables. Me dijeron: “Somos tus fans, no pudimos ir a la presentación así que te vinimos a stalkear a tu hotel porque queremos una foto contigo”. Les agradecí por mi segundo momento Mick Jagger del día, advirtiéndoles que nadie, jamás y nunca, por más admiradora que sea, debe presentarse con una frase como: “Quieto. No te vamos a hacer nada”. Y menos en este país.

Me senté en la piscina con estas dos locas a conversar sobre su trabajo. Son unas mujeres sensacionales que tienen una compañía llamada Foto Captura donde, además de stalkearme, se dedican a fotografiar fiestas infantiles. Fue cómico porque yo empezaba mis cuentos y ellas terminaban mis frases. Yo decía: “Oye, me fui de viaje recientemente y conocí a un fotógrafo…” y ellas decían: “Sí, en Escocia lo sabemos”. O, “bueno saben que en mi casa trabaja una señora divertidísima que dice que las piñatas son…”, y ellas me interrumpían con: “¡Claro! La Comae Josefa. ¿Cómo está?” Por no dejar, les pregunté si sabían el código de seguridad de mi tarjeta de crédito. No se lo sabían. Respiré aliviado.
 
Aquí junto al Club de Stalkers de Toto. División Lara

Ya tarde en la noche, encorbatado y gozando de un matrimonio entre amigos donde a nadie le importa mi libro (porque para eso están los amigos), me puse a pensar en que la gran lección que me llevo de Barquisimeto es que el buen humor es una necesidad en este país como lo es el aceite. Todos queremos tener treinta minutos al día para reírnos de nosotros mismos, de nuestras costumbres y de todo lo que nos hace ser como somos.

Vivimos constantemente en una fila, diciendo “¡qué bolas!” con cada noticia que sale de la boca del Gobierno y rezando para que un día la normalidad llegue a ser la norma y no la excepción. Ese día llegará. Mientras tanto, Barquisimeto me comprobó que cualquier puede ponerse un sombrero y tener una hora loca. Sin importar de donde venga, la verdad es que el venezolano lo único que busca más que la paz, es reír con alegría.

Y yo estoy plenamente contento con que así sea.

¡Gracias Barquisimeto y todos los que fueron a la presentación!

La Princesa Que Le Dio Flojera Vivir (Parte II)

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Esta es la segunda parte del cuento. Para acceder a la primera parte hacer click donde dice aquí: aquí.

Dieciséis años después de un bautizo sobre el cual jamás le habían contado, Kerlys Aurora paseaba por un lejano bosque del reino. Tras el conjuro de la malvada hada Maléfica, sus padres los reyes habían decidido que lo mejor del mundo era apartarla de objetos afilados que pudiesen provocar el cumplimiento de la profecía. Como tal, la mandaron a vivir con las hadas, disfrazadas de tres tías ineptas, a un bosque.

Por dieciséis años Maléfica no había olvidado su hechizo. Buscó por todos lados a la princesa con una rueca debajo del brazo para obligarla a que se pinchara, pero jamás la encontró. Creyó haberla hallado hasta que se dio cuenta que era Teresita disfrazada de Princesa Disney(c). La pinchó igual. En agradecimiento, sus padres, hartos de las malcriadeces de la niña, se alistaron junto a las fuerzas de Maléfica para encontrar a la princesa Kerlys.

Pero nunca dieron con su paradero, hasta que en la mañana del decimosexto cumpleaños de Kerlys, el fiel pajarraco de Maléfica se encontraba volando por los bosques del reino, cuando divisó a una joven adolescente. Hermosa era, con labios rojos cual carmín, y piel tan blanca como un trapo de cocina de un manco. El pájaro decidió seguirla en su camino, oyéndola cantar unas melodiosas notas.

“Asco Ricardo Arjonium”, pensó.

No fue sino hasta que la vio llegar a una pequeña cabaña en el corazón del bosque que se dio cuenta de quién era en realidad. Frente a la casa había un cartelón que decía con letras escarchadas: “¡FELIZ CUMPLEAÑOS KERLYS AURORA! TE MENTIMOS, ERES UNA PRINCESA!”

El pájaro vio como la mujercita entraba a la cabaña y se posó sobre una ventana para investigar mejor.

“Tan bellas mis tías”, le oyó decir a la mujer mientras abrazaba a tres gorditas. “Claro que soy princesa. ¡Pero les he dicho mil veces que no me llamen Kerlys! ¡Solo díganme Aurora!”

“No, no mi corazón, mi Kerlys, mi… perdón mi Aurora”, le dijo una de sus tías. “Tú eres una princesa de verdad. Eres hija del Rey Estéfano y de la Reina Gluten. Se divorciaron hace un tiempo porque ella era medio arribista, pero ¡sorpresa! ¡Eres una princesa de verdad, verdad!”

“¿Y qué hago yo aquí entonces?”, preguntó Kerlys con curiosidad.

“Un hada malvada te puso un hechizo el día de tu bautizo y nosotras te trajimos aquí para protegerte bajo órdenes tu padre. ¡En realidad no somos tus tías, somos unas hadas también! Pero buenas, pues”, le contestó una de sus cuidadoras emocionada.

Kerlys se mostró confusa. Las miró por bastante tiempo hasta que contestó: “¿O sea que yo tengo dieciseises años cosiendo, barriendo, fregando, cocinando y desplumando gallinas porque ustedes son unas imberbes que no pueden hacer nada, cuando toda la vida he podido vivir echada en una laguna con una limonada frappe puesta en una mesita al lado?”

“Exacto”, le contestaron las hadas al unísono.

“¿Y mi papá no me ha podido mandar en un crucero por los mares? Tipo algo relax?”

“Ah, bueno a nadie se le ocurrió eso”.

Kerlys se puso a llorar. “¡O sea este es el peor cumpleaños EVER!”

Las tías no tenían tiempo de consolar a Kerlys. Le entregaron un vestido que habían hecho con magia, con mangas abombadas y lazos de todos los colores en la falda. Pero a Kerlys no le gustó. Mientras sus tías hacían maletas y ordenaban la cabaña, decidió irse al establo para tratar de remendar el vestido.

“Si soy princesa, quiero estar buena”, dijo mientras sacaba unas tijeras  y le daba retazos a la parte frontal del vestido. Se decantó por un corte minifalda con un escote pronunciado, pero se dio cuenta que debía coserle los ruedos para que la tela no se desintegrara.

“Oye”, pensó, “ojalá existiera una máquina que cosiera esto o algo. ¡Qué hueso hacer esto a mano!” Por arte de magia, apareció junto a ella un artefacto que jamás había visto. Tenía una rueda y un pedestal con una protuberante y afilada aguja.

“Ay pero qué idiota es la magia”, se quejó Kerlys. “Ni que yo fuera a hilar. O sea lo que quiero es coger un ruedo, por Dios”.

La rueca mágicamente se convirtió en una engrapadora.

Kerlys la vio y la cogió entre sus manos. No entendía como servía hasta que se dio cuenta que si la apretaba, aparecía lo que hoy conocemos como grapas. Con deleite, descubrió que podía engrapar los ruedos de su vestido y así fue, cada vez más rápido hasta que no se dio cuenta y se engrapó un dedo.

Tres gotas de sangre le salieron del dedo y el mundo comenzó a girar a su alrededor. Como jamás había visto su sangre, comenzó a sentir un desmayo. Antes de perder la conciencia vio como la engrapadora se convertía en una misteriosa mujer con cuernos de ébano sobre la cabeza. Una risa estruendosa salía de su garganta.

“Dios, qué voz tan chimba, nada como la mía”, pensó Kerlys antes de caer sobre el piso desmayada.

Las tres hadas oyeron el ruido y corrieron hacia el establo de la cabaña. Ahí se encontraron con el ogro que habían esperado no ver por dieciséis años.

“Aquí tened a vuestra bella princesa, jeteada como un borracho en Año Nuevo”, gritó Maléfica.

“No, no,  Maléfica”, protestó una de las hadas, “eso es una engrapadora y tu conjuro dijo que con rueca, Kerlys se pinchaba con una rueca. ¡La vaina era con rueca!”

Maléfica calló. En eso vio como la princesa abría los ojos y se levantaba del suelo.

“¡Demonios! Verdad que lo cambié”. Rápidamente se convirtió en rueca.

Las hadas, desesperadas, comenzaron a gritar: “¡No la toques Kerlys, no vayas a tocar el huso de esa rue….”

Lo último que le oyeron decir, entre un bostezo y antes de caer al suelo, fue: “¿Cuántas veces les tengo que decir que no me gusta que me llamen Kerlys?”. Fiel a la profecía, Kerlys Aurora se había pinchado con el huso de una rueca, y ahora dormía en un impenetrable sueño.

El hada menor vio a la princesa en el suelo y se dirigió hacia la mayor. "¿Cuando le concediste tu regalo, no pudiste darle el don de no tocar lo ajeno?", preguntó. "Bella, pero bruta". El hada mayor no tuvo tiempo de contestar. En ese momento, Maléfica volvió a aparecer, le hizo un guiño a las hadas y les dijo: “Avísenme cuando sea el próximo bautizo. Dulces sueños Kerly-Kerl”.

Con un pesar sobre los hombros, las hadas cargaron a la bella durmiente hacia el castillo de su padre. Allí el Rey las mandó a azotar por ineptas, muriendo ejecutadas sin posibilidad de defenderse con magia. Luego hizo colocar a la princesa en una cama llena de popurrí de lavanda para que por lo menos no oliera mal con el transcurso de los años. Iba a visitarla todos los días, echándole los chismes del reino, mientras le limpiaba la baba que salía de sus labios, con el remoto deseo que despertara. Pero la princesa Kerlys solo roncaba.

Al cabo de un tiempo, el Rey hizo lo sensato. Se casó nuevamente,  tuvo tripochas e invitó únicamente al hada Maléfica para que fuera madrina de las tres. En el bautizo, Maléfica, pasada de tragos, se congració con el Rey y accedió a subir a la habitación de la princesa Kerlys para deshacer el conjuro. En el camino se atragantó con dos papitas de leche, muriendo ahogada frente a la puerta del cuarto.

Al poco tiempo el Rey perdió su trono como consecuencia de la llegada de una bestia que luego resultaría ser un príncipe encantado. Los chambelanes de la corte intentaron por todos los medios que besara a la joven princesa para cumplir la leyenda del despertar con un beso de amor, pues necesitaban el cuarto con urgencia para meter un Jacuzzi. Pero el aliento de la mujer era tal, que hasta la bestia le parecía desagradable, por lo que hizo cubrir su habitación con una hiedra de rosas para perfumar el ambiente, el cual con el tiempo se convirtió en un infierno de espinas.

Pasaron cien años sin que un príncipe besara a la princesa durmiente. Como ni Maléfica ni el hada habían decretado qué sucedía después de los cien años, Kerlys Aurora despertó. Su cuerpo no había madurado, permanecía igual de bella que cuando tenía dieciséis, asunto que la contentó hasta que se vio las manos y pensó que debía hacer una cita para que le cortaran las uñas. Luego, se enjugó las lagañas, se limpió las costras de baba pegadas a su boca, estiró sus brazos y vio como el cuarto donde dormía estaba cundido de espinas.

Sintió hambre e intentó levantarse de la cama para buscar algo de comer. Pero cien años en la misma posición no activan a nadie, por lo cual se tendió nuevamente sobre el popurrí podrido, cambió de posición, se puso una almohada bajo el cuello y decidió seguir soñando, bajo un antifaz con pestañas pintadas con lentejuelas.

Y así murió una princesa a la que le dio flojera vivir. Todo porque a un hada no la invitaron a su bautizo y a las demás no se les ocurrió concederle el don de la pro actividad.-

-FIN-

La Princesa Que Le Dio Flojera Vivir (Parte I)

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Esta semana vi la película Maléfica con Angelina Jolie. Me encantó pero me hizo darme cuenta que en verdad Maléfica no es más que una arrocera de bautizos, con fetiche por el látex, a quien le pareció niche usar la magia para regalar oro, mirra e incienso y se fue por la burundanga.

Lo que no esperaba era reírme con Maléfica y encontrarla ser un personaje encantador. Al volver, comencé a escribir una crítica de la película pero lo que me salió fue una nueva versión del cuento “La Bella Durmiente”. Es una re-imaginación de los hechos como se me hubieran ocurrido a mí. Está dividido en dos partes. Al final de esta primera parte está el link para la continuación.

La Princesa Que Le Dio Flojera Vivir (Parte I)

Erase una vez en un reino, en una tierra muy, muy, muy lejana de aquí (aunque si estás leyendo esto en China, probablemente sea que si al lado de tu oficina), había un Rey que deseaba con todas sus ansias tener un hija, lo cual ya nos da una señal que éste monarca no se llamaba Enrique XVIII. Sus deseos fueron cumplidos una madrugada cuando la Reina dio a luz a la única catira que no le cambia el color del pelo a los tres días de nacida, a quien decidieron ponerle de nombre Aurora. En verdad era Kerlys Aurora, pero después la princesa decidió quedarse solo con el segundo por cuestiones artísticas.

Tres meses después de recuperarse de un parto sin drogas, la Reina aprovechó que Kerlys andaba con las cincuenta nodrizas que le contrató, para ir a hacerse las manos en la peluquería del castillo. Ahí la abordaron todas las damas de la corte, pidiéndole que se abriera el dije que tenía colgado en el cuello donde tenía un retrato de la princesita. (Para el beneficio de nuestras pequeñas audiencias, debemos recordar que hubo una época en donde no se tenían celulares para mostrar fotos).

Luego de los “¡Ay me la como!”, los “¡Es como para morderle esos cachetes!” y todas aquellas frases carnívoras que suelen decir las mujeres con respecto a un pequeño humano (lo cual debe tener cierta relación con el tiempo que se pasan a dieta), una dama de compañía le preguntó a la Reina si pensaba hacer un bautizo. La Reina se encogió de hombros y le respondió: “No creo. Somos judíos”.

Si tan solo se hubiera quedado con esa respuesta, esta historia hubiera terminado con un final feliz: Kerlys Aurora hubiera crecido para casarse con un príncipe y llevar a sus hijos en un corcel llamado Minivan. Éste no fue el caso. Las demás damas de la corte comenzaron a comparar los bautizos que les habían celebrado a sus hijos, lo cual picó tanto a la Reina que mandó a que le trajeran un cura para que la bautizara en el acto y luego le secara el pelo.

“Ahora somos católicos”, le informó al Rey cuando llegó de nuevo a sus aposentos. “Saca las morocotas que ya llamé a la Agencia Mar. ¡Le vamos a hacer a Kerlys un bautizo!”

El Rey no tuvo otra opción, como no la tiene ningún hombre cuando una mujer se empeña en hacer una fiesta. Sin ton ni son, le entregó a la Reina su tarjeta ‘Soy El Rey. Dame todo lo que ordeno’ y mandó al chambelán a que invitara a la estricta intimidad (léase, todos los habitantes del reino por tratarse de un dominio pequeño).

Eso sí, solo le faltó a invitar a una persona.

“Yo creo que se fue del país”; le dijo el chambelán.

“Está muerta”,  le dijo la vidente. Y luego cuando el Rey se largó, susurró: “Creo”.

“Tiene añales sin poner un cartelón en la iglesia”; le comentó el cura (sin saber que muchos siglos después Mark Zuckerberg se robaría este mismo concepto y lo llamaría Facebook).

El Rey se olvidó del tema y el día del bautizo celebró por todo lo alto. Sacó los mejores vinos, la Reina puso los mejores platos y DJ Dante trajo a sus mejores flautistas para amenizar el sarao. A la hora de presentar los regalos, los habitantes del reino le ofrecieron a la pequeña Kerlys Aurora sus mejores presentes. Brocados para sus vestidos, libros para su recreación y un germinador.

Pero sin duda los regalos más especiales vinieron de las tres hadas de un reino próximo (porque a las hadas les parece niche vivir en el mismo reino que los humanos). Ahí con sus varas mágicas, las dos primeras hadas se esmeraron, ofreciéndole a Kerlys Aurora el don de la belleza y el canto, respectivamente. A ninguna se le ocurrió regalarle inteligencia pero no nos podemos poner feministas en estos cuentos de hadas previos a la invención de la toalla sanitaria. 

Cuando le tocó el turno a la tercera, el hada pensó largo y tendido sobre qué regalarle. Con el don de la belleza ya le habían tumbado su idea de regalo -una operación gratis de lolas a los quince- así que se decidió por la segunda mejor cosa: una BFF para hablar pestes de las demás BFF.

Sin embargo, al hada no le dio tiempo de abrir la boca. Una fuerte ráfaga de viento, (el cual según los científicos modernos podría haberse tratado de un huracán categoría A), abrió la puerta del Salón de Conferencias B ubicado en el patio lateral del castillo donde se celebraba el bautizo.

El Rey se llevó la mano a la boca.

A la Reina le pareció medio parcha el ademán de su marido.

Las tres hadas gritaron en coro: “¡ES MALÉFICA!”

Frente a todos los asistentes se encontraba la vieja hada Maléfica (como verán el hada se leyó esta parte del cuento y pidió hacer correcciones).

Su porte era alto, tan alto que hace mil doscientos años el elfo Osmel le había pedido que si podía ser la reina del pueblo de las hadas. Su larga capa negra con apliques de cocodrilo pintado se arrastraba por el suelo como una víbora. Los cortesanos se apartaban para darle paso, el cual fue interrumpido cuando el más torpe de ellos le pisó la capa. El hada volteó y lo apuntó con su bastón de rubíes.

“¿Tú no estás viendo que esto es un McQueen vintage?” le gritó al desafortunado. Levantó  el ruedo de la capa con su mano libre y continuó a su paso hasta llegar al trono de los reyes.

“¿Y aquí nadie baja la poceta?”, preguntó. Haló de una cadena, bajó la tapa y se sentó. Miró hacia el frente. Nadie hablaba, solo la miraban con temor.

“Vaya, vaya…. “, comenzó a hablar. “Total es que aquí invitaron a Raimundo y a todo el mundo. ¿Qué más Raimundo? Tiempo sin verte, ¿cómo sigue tu mamá?… La pobre. Eso es reumatismo. Aquí veo a la realeza, la nobleza, la boliburguesía, es que hasta la plebe, está aquí. Oye, yo sé que esto es un bautizo que es que si lo más ladilla del mundo… Ay cura, no te persignes, sabes que aquí no tomas tanto como en los matrimonios… ¿Pero es que acaso a mí no me iban a invitar?”

El Rey suspiró. “No sabíamos que querías venir”, le dijo.

“¿No querer venir?”, contestó Maléfica, “si fui hasta la peluquería y todo”.

Toda la corte soltó una carcajada nerviosa. Según la leyenda, el hada Maléfica se había hecho dos coletas rastafari en un viaje por el lejano reino de Jamaica los cuales se solidificaron a tal punto que tuvo que esconderlas bajo un par de cuernos de ébano.

 “Disculpe su Excelencia”, le dijo la Reina con la pequeña Kerlys en sus brazos, “la vidente nos había asegurado que usted había muerto”.

“¡Esa bruja sin licencia osó hacer una profecía de mí! Acaso este reino no aprendió nada cuando dijo que Pompeya era un lugar estupendo para vacacionar? ¡Viva es lo que estoy yo! ¡Viva y picada! ¿Ustedes saben lo embarazoso que significa para mí venir a arrocear un bautizo donde ni siquiera te ofrecen papitas de leche?”

Justo en ese instante pasó un mesonero con una bandeja. “¿Gusta de papitas de leche vuestra Excelencia?”

Maléfica tomó dos en una servilleta. “Gracias”, le respondió.

“¿Y no se siente ofendida de no haber sido invitada, su Excelencia?, preguntó el Rey.

“Para nada su Majestad”, respondió el hada. “Y para mostraros a todos que no tengo ningún rencor, yo también le concederé un don a la princesa real”.

En ese momento sonaron dos trompetas con un ruido tenebroso.

“Disculpen”, gritaron los trompetistas. “Estábamos practicando”.

Maléfica se levantó del trono y levantó su bastón hacia el techo. “Oíd bien todos, la Princesa crecerá en gracia y belleza, amada por todos los que la conocen. Salvo tú Teresita que le tendrás envidia. Pero, ¡al ponerse el sol el día en que cumpla los dieciséis años, se pinchará el dedo con una engrapadora y morirá!”

Maléfica esperó por un nuevo sonido de trompetas para que el efecto de su maleficio calara entre la audiencia, pero solo oía murmullos de confusión. Luego se dio cuenta de que la engrapadora no sería inventada hasta que la sexta descendencia de todos estos imberbes viviera.

“Está bien, cambio mi conjuro”, sentenció. “Se pinchará el dedo con el huso de una rueca. ¡Y morirá!”

Ahí comenzaron a sonar todas las trompetas, flautas y timbales con gritos dramáticos de la audiencia en negación y tan solo un “¡Siiiiiiiiiiiiii!” de la niña Teresita que ya a esa edad era una envidiosa insoportable.

“¡Arrestad a esa hechicera!”, gritó el Rey, señalando a  Maléfica.

“Aléjense idiotas!”, alertó Maléfica enfurecida. “Es en serio que esto es un McQueen y la tintorería me lo quemó la otra vez”. Con eso dio una vuelta dramática y caminó hacia la puerta. La gente se apartaba en miedo, mientras el hada daba pasos estruendosos. Cuando llegó a la puerta volteó, miró al Rey y a la Reina sollozando y sentenció: “Así los quería ver… Eso les pasa por no invitarme a este bautizo. Por cierto, ¿no quedarán más papitas de leche?”

El mesonero corrió hacia ella con la bandeja. Maléfica tomó una servilleta y envolvió seis. “Por si me da hambre en el camino. ¡Chao idiotas!”

Cerró la puerta del salón con fuerza. Un cartelón que decía 'FELICIDADES A LA NUEVA CRISTIANA KERLYS AURORA', colgado encima de la puerta cayó del impacto.

La corte estaba estupefacta. El Rey y la Reina lloraban con Kerlys Aurora entre sus brazos. “No, mi hija, no!”, decía la Reina. “¿Cómo me la van a matar antes de que pueda organizarle el matrimonio?”

“Y encima, morir virgen”, susurró un cortesano. “Qué pérdida de vida”.

El Rey preguntó a los asistentes si alguien conocía a un hechicero anti-conjuros. Un miembro de la Corte levantó la mano. “Yo tengo un primo que lo hace”, gritó uno. El Rey respiró aliviado. El cortesano volvió a hablar: “Pero usted lo mandó a ejecutar ayer por hechicero”. El Rey pegó su mano empuñada fuertemente contra su trono de oro. “Demonios”, pensó. “¿Quién me manda a mí a estar adicto con la obra ‘Inquisición’?”

En ese momento, el hada que aún no había concedido su regalo, levantó la mano.

“¡Yo puedo ayudar, yo puedo ayudar!”

“¿Puedes quitar el hechizo de la muerte, erradicar todas las ruecas del reino y asegurarme que mi hija jamás se pinchará ni con un alfiler?”, preguntó el Rey.

“Sí, pero me da flojera”, contestó el hada. “En realidad lo que voy a hacer es concederle un antídoto al maleficio. ¡La princesa no morirá!”

La corte respiró aliviada. El hada continuó: “Pero al pincharse con la rueca dormirá por cien años hasta que un príncipe la levante con su primer beso de amor”.

“¿CIEN AÑOS? ¡En cien años vamos a estar todos muertos!", gritó la Reina.

“Bueno, pero la princesa no”, contestó el hada.

“¿Y no has podido hacer un conjuro de cinco años por lo menos?”, preguntó desesperado el Rey.

“Hmmm… no se me ocurrió, y ya no lo puedo cambiar”, dijo el hada con resignación.

Temiendo un linchamiento, las dos otras hadas la agarraron. “Es mejor que nos vayamos para que dejemos a los reyes descansar”, susurró la mayor.

“Cien años,” gritaba la reina, llevándose las manos en la cabeza, luego de poner a la princesa en su cuna… “¿Quién le va a dar un beso a una anciana con mal aliento?”

Las hadas cerraron la puerta del castillo con pesar. La última en dar su regalo habló: “Qué horrible todo esto. Me da una lástima por la pobre princesita…."

“Sí qué lástima”, dijo otra. “Oigan, ¿a alguien no le provoca como un helado?”

“¡Ay sí!”, contestaron las demás y se fueron hacia la heladería más cercana para olvidar el incidente.
 
Para leer la segunda parte de este cuento hacer click aquí: Segunda Parte.

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