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¿Por qué importan los Oscar?

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Esta mañana fueron anunciadas las nominaciones para la 87 entrega de los Premios de la Academia. Confieso que estaba un poco nervioso ya que mis dos actuaciones estelares este año podrían ser consideradas. Sin embargo, ni mi actuación en “Me Palpo Los Bolsillos Antes de Decirle a un Buhonero Que No Tengo Nada” y “Sube El Vidrio y Hace Como si Prendiera el Aire Cuando Viene un Motorizado”, fueron consideradas en la categoría de Mejor Actor. ¡Bastardos!

Hay gente que odia los Oscar porque dicen que son solamente un premio que se gana por el estudio que piche más real en su campaña. Otros, generalmente actores fantásticos como Joaquín Phoenix o Tilda Swinton, no creen en ellos porque entienden que la actuación es una colaboración de masas y no se puede atribuir toda la responsabilidad a una sola persona.

Esta postura no es nueva. Katherine Hepburn fue la actriz que más veces ganó un Oscar y jamás asistió a la ceremonia sino para presentarle un premio al productor Lawrence Weingarten en 1974 (caracteristicamente vestida de pantalones y cuello tortuga). Dustin Hoffman sí recogió su premio para "Rain Man" en 1988, pero su postura era similar a la de Hepburn. Según él, no es que haya un “mejor” algo porque si no, tendrían que poner a todos los nominados a recrear el soliloquio de Hamlet para ver quien lo hace mejor. Meryl Streep es de esta creencia también, como lo afirmó cuando ganó un premio SAG por “Doubt”. Pero cuando ya vas por tu nominación número 19 a los Oscar, tienes que resignarte con la idea de que el mundo piensa que sí hay una “Mejor Meryl Streep”. (Por cierto, Streep no es la persona con mayor número de nominaciones al Oscar. Ese puesto le corresponde a Walt Disney con 59 nominaciones).

Pero, ¿importa un Oscar en la carrera de un actor? El consenso es que no de manera inmediata. Miremos al francés Jean Dujardin. Un Oscar por “El Artista” en el 2011 no le trajo mayores logros en Hollywood. Roberto Begnini es un recuerdo dulce, Cuba Gooding Jr. no ha logrado mayores actuaciones después de su triunfo por “Jerry Macguire” y sobre las actrices, pues… Gana un Oscar como Mejor Actriz y ve como tu relación matrimonial se va a la mierda.

Lo que sí produce un Oscar es que por el resto de tu vida tu nombre pasará a ser más que un nombre y un apellido. “El ganador del Oscar XXX” será la frase que comience cualquier artículo que se escriba sobre ellos, incluso hasta su obituario. Por siempre cementados en los anales de la historia así no vuelvan a hacer más nunca una película que los lleve a la alfombra roja del teatro Dolby en California.

Otra cosa interesante es lo que produce la ausencia de un Oscar en tu carrera. Es innegable que Richard Burton era un buen actor. Que se fuera de este mundo sin un premio (ver "¿Quién Le Teme a Virginia Woolf?") fue imperdonable. Esa misma conversación se puede tener sobre cualquier actor bueno de esta época. ¿No es Leonardo Di Caprio un actor ejemplar? ¿Amy Addams? ¿Liam Neeson? ¿Glenn Close? ¿Johnny Depp? ¿Dónde están sus Oscar? Los tiene Cher.

Ahora bien, ¿realmente importa esta ceremonia de entrega? Sí. Desde que se entregaron por primera vez en 1929 –en una ceremonia que duró quince minutos- los Oscar han reunido ininterrumpidamente a lo mejor del talento cinematográfico (marcadamente estadounidense, pero con sus excepciones) en una noche donde los sueños de la ficción parecen posibles. Pero más allá, también reúnen a todos aquellos que como yo, jamás ganarán un Oscar, pero que han hecho del mundo de las películas una escapatoria donde la vida siempre es bella y cuyos actores, semidioses del Olimpo, parecen momentáneamente alcanzables al llorar de emoción cuando alguien dice: “Y el Oscar va para…”
 

 

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